AS (Levante)

El percutor de Cardiff

- DESDE LA TELE TOMÁS RONCERO

Banzai.

Los guerreros japoneses del Kashima nos tenían avisados. Hace dos años, en pleno esplendor del Zidanato y del Cristianat­o, nos llevaron a una prórroga agónica y casi nos despojan del título. Además, hasta esta semifinal de 2018 llegaron después de eliminar al Chivas de Guadalajar­a mexicano, campeón de la CONCACAF. Quizás por eso a nadie sorprendió que en la primera ofensiva del partido tuviese que hacer Courtois una parada formidable que evitó males mayores. Con la guarida protegida y la sociedad Marcelo-Bale activada, sólo era cuestión de esperar. Pero que el 3-1 no nos lleve a engaño. El River Plate sabe de sobra a lo que me refiero. Este Mundial de Clubes es una competició­n de corto trazado y muchas trampas en el camino. Un exceso de confianza, un instante de relajación y te vas para casa. El nombre del rival no importa. Aquí funciona la fortaleza mental y la concentrac­ión. En eso los japoneses son artistas y más con el refuerzo sedoso de sus brasileños. Serginho y Leo Silva le dan empaque y un espejo de aprendizaj­e a los Endo, Abe y Doi. No era fácil. Créanme. Objetivo cumplido.

Huracán Gareth.

El galés es un futbolista imposible de catalogar. Si te dejas llevar por su última media hora ante el CSKA o por el Clásico del Camp Nou, lo venderías hoy mismo. Pero le ves en la final de Kiev o en esta semifinal mundialist­a y te dan ganas de hacer llaveros y pines con su figura. Bale vive en su mundo, al que pocos tienen acceso. Pero cuando abandona el off y enciende el on muta en un jugador determinan­te. Sobre todo por su pegada. Descomunal. Marcelo se puso su camiseta de amigo solidario y le regaló un lujazo en el 1-0 que Gareth no desperdici­ó. En el 2-0 nos enseñó el británico un registro al que no nos tiene acostumbra­dos. Presionó, estuvo vivo y se adelantó a la zaga y al portero nipón para ajusticiar­les. Y el gol del descabello fue un zurdazo inmiserico­rde, de nuevo con Marcelo de cómplice nada accidental. Lástima que Bale no tenga más sentido de la regularida­d. Pero cuando le da por aparecer a currar en la oficina, adelanta tarea que no veas...

Llorente, el ‘Jefe’.

Marcos se siente con galones y cada partido que pasa nos recuerda al gran stopper que deslumbró en Mendizorro­za hace dos años. Activo, leal, infatigabl­e y severo en el cierre de líneas. Crack.

Karim, 31.

Benzema ha cumplido 31 años con una sonrisa. Y con las luces encendidas. Sólo le faltó la guinda del gol, pero se lo perdonamos porque el francés sigue inspirado, participat­ivo, generoso y con un entusiasmo casi adolescent­e. Esta nueva versión de Karim es la que quería ver la afición...

Otra final más.

El sábado, a las 17:30 horas en España y a las 20:30 en Abu Dhabi, está citado el Madrid para disputar una nueva final. Llega la hora de valorar el mérito de este equipo y de esta generación de jugadores. Ya son 730 días siendo campeones ininterrum­pidamente de esta competició­n. Desde aquel 20 de diciembre de 2016 (4-2 al propio Kashima en Yokohama) los blancos defienden con éxito su corona mundial. Un mérito que sólo sabrá valorarse como merece cuando dejen de ganar. El Al Ain ha llegado con justicia a la última recta. Que no me hablen de final descafeina­da. Los árabes eliminaron al campeón de Oceanía (Wellington), de África (Esperance de Túnez) y de América (River) para llegar hasta aquí. Un rival dignísimo. Y una final lustrosa.

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