AS (Levante)

El Mundial resucita a Bale

Su 'hat-trick' metió al Madrid en la final El Kashima se deshizo con el primer gol Mejoró Marcelo Isco y Asensio tuvieron minutos y el balear se resintió

- LUIS NIETO

Guste o no, así es Gareth Bale, uno de esos futbolista­s que crecen con el tamaño del partido pero que presentan una carrera demasiado ondulada como para ganarse el aprecio del público y la crítica. Porque apenas ha dejado nada entre la chilena de Kiev y el 'hat-trick' en el Zayed Sports City Stadium, pero esa rara habilidad para inscribir su nombre en los partidos que quedan en la memoria (Lisboa, el sprint ante Bartra en la final de Copa...) ha ayudado a veces al Madrid. Ante el Kashima japonés resultó el hecho diferencia­l de un equipo que adornó mucho el marcador y no tanto su imagen.

A poco rival, ninguna excusa. Esa es la letra pequeña de los Mundiales de clubes, que acostumbra­n a condecorar a precio de saldo a los grandes de Europa. Es decir, que el título sale barato, pero el fracaso, carísimo. Y no siempre cala la advertenci­a. Lo puede explicar bien River Plate. Los tres primeros minutos del Madrid también fueron un buen ejemplo de salida a escena desatenta y descuidada. Antes de que se cumplieran, Courtois tuvo que hacerse de goma para desviar un tiro cruzado de Serginho y a Shoji le faltaron cinco centímetro­s de fe para meter un cabezazo en la red a la salida de un córner. La zaga blanca siguió su acometida y su fallido escorzo con la mirada.

Un mal arranque de partido de un Madrid que fue corrigiénd­ose progresiva­mente con una presión más alta y ajustada, un compromiso mayor en la recuperaci­ón y el Bale que compró el club y que se volvió insospecha­damente esporádico. El resto, durante la primera mitad, siguió en el punto en que lo dejó ante el Rayo y el Huesca: tres centrocamp­istas huidizos del área y un ataque poco agraciado en el remate, sálvese Bale y el que pueda. Ese equipo que sin Cristiano anda en mínimos de productivi­dad. Y eso que caben pocos reproches a los tres de arriba. Lucas Vázquez estuvo tan patriótico como acostumbra, Benzema mejora cualquier trámite en la jugada y Bale anduvo por la causa más de lo habitual y le quitó el tapón al encuentro. Es el único que nació con el gol como misión principal.

Solari, en cualquier caso, confirmó en su cita más importante hasta ahora que Asensio y Isco están por detrás de Lucas Vázquez,

giro laborista que se prolonga en el tiempo. El resto fueron los mismos que hubieran puesto Lopetegui, Zidane, que ya utilizó a ocho de los que salieron esta vez hace un año, o el que hubiera pasado por allí. Los mismos jugadores, pero en un momento físico y anímico diferente menos Cristiano, un recorte importantí­simo.

Con ese once mandó el Madrid en la primera mitad con reparos, justificán­dose con disparos lejanos e inocentes y tolerando alguna contra del Kashima, que entiende el fútbol como una cadena de montaje: ni equivocaci­ón ni imaginació­n. Eso aún no lo ha arreglado Zico.

El equilibrio se mantuvo hasta que Bale y Marcelo, que ya habían adivinado que por ahí se abría un hueco, levantaron una pared de altísima precisión resuelta por el galés de tiro cruzado. El gol que compensó a los dos jugadores más verticales del equipo. Una gran noticia en el caso de Marcelo, que llevaba tiempo circulando en marchas muy cortas.

Ese gol decapitó al Kashima, cuyo plan era alargar al máximo el empate y pescar luego en río revuelto. Sucedió lo contrario. Regaló el segundo gol, en doble despropósi­to Yamamoto/Seung-Hyeon, y no pudo evitar el tercero, ambos de Bale y ambos cocidos en su salsa: el primero se lo dio la velocidad y el tercero, el cañón de su izquierda. En cuanto Solari vio el balón en la red le quitó. Venía de una lesión y tiene toda la munición de la final.

Lo que llegó después sólo tuvo importanci­a simbólica. Solari metió a Asensio e Isco, para mostrarse en son de paz, aunque el balear se resintió y únicamente duró 13 minutos. Eso le dio la ocasión de reactivar también a Casemiro, que tendrá un papel mejor en la final, aunque su baja haya provocado que Marcos Llorente deje de ser causa perdida. En esa relajante atmósfera perdieron goles cantados Carvajal y Lucas Vázquez y metió el de consolació­n Doi, tras la radiografi­a de su control (pecho o mano) por el VAR. Sin River, el Madrid tiene muy a mano un título tantas veces analgésico.

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