AS (Levante)

La falta de John Wayne

Antes del partido el director de este periódico dijo en Carrusel que un partido como éste, sin Messi, era como un western sin John Wayne. Los acontecimi­entos posteriore­s le dieron la razón.

- DESDE LA TELE JUAN CRUZ

Dos Luis califica.

Cuando peor se comportaba el Barça desigual de anoche, ante un Real Madrid sólido, importante, don Luis Suárez dijo ante los micrófonos de la SER un resumen de la contienda hasta el momento: “El Real Madrid es un bloque perfecto”. Hubo luego indecision­es, defectos en la defensa, pero el Barça le dio la réplica tan mal que parecía un entrenamie­nto blanco ante unos jugadores cansados de existir, que no de jugar. En la segunda parte pasó lo mismo, pero (casi) al revés.

San Keylor.

Puede decirse cualquier cosa de esa defensa en la que Marcelo pone en un ay al equipo de Solari. Puede decirse cualquier cosa, pero ahí está Keylor, que reza al cielo porque Dios le ayuda a alcanzar sus milagros. Es un portero tan seguro que es capaz, incluso, de cometer pecados veniales, como perder el tiempo. Para el Madrid fue, en la primera parte, una bendición, esa devolución que dio le da a sus rezos. Hasta que, vaya por Dios, el más irregular del Barça, Malcom lo fusiló con un disparo que fue lo único importante que hizo el brasileño hasta que se rompió.

La maldición.

Poner a Malcom no es un favor al irregularí­simo brasileño: es una exhibición casi obscena de su mala calidad, o al menos a su mala calidad en el Barça. Y aún así, esa zaga madridista es tan obsequiosa que le dio oportunida­d al peor jugador del partido a cantar o jugar de manera peligrosa. Peligrosa hasta que ya no se pudo más, como escribe Cabrera Infante en ‘Tres tristes tigres’. Poner a Malcom en vista de la escasez es un homenaje a la escasez. Una maldición en la delantera, una obscenidad, y, al final, el azar vino en su busca y lo convirtió en un héroe accidental de un partido en lo que más justo fue ese empate.

Vinicius senior.

Ya este gran jugador joven ha dejado de ser junior. Con su juventud abanderánd­olo, es ya un senior en los campos de juego. Igual que su entrenador, Solari, Vinicius senior se doctoró anoche. El entrenador planteó en la primera parte el partido como si resucitara viejos modos madridista­s, como si llevara mil días en el mismo banquillo y, además, se hubiera estudiado el libro tradiciona­l de tácticas del equipo que ahora lo arropa. Solari, senior al fin del equipo que ama. En la segunda parte pasó de todo, y no todo fue bueno para él. Su equipo perdió aquella organizaci­ón que don Luis Suárez ponderó en Carrusel. Pero tenía razón para irse sonriendo, como si fumara un puro.

Y John Wayne.

En el partido hubo ese fantasma que invocaba Relaño. Y llegó a la cancha, vestido de Messi, dispuesto a sacar sus pistolas y ponerlas donde hasta el momento sólo las había puesto, qué paradoja, el brasileño goleador. Entró como John Wayne en el salón, a por todas, encomendad­o, como Keylor, al cielo en el que habita su abuela, pero no tuvo ocasión de saludar a lo alto. El Barça fue mejor en este tiempo, pero lo mejor de Messi fue la intensidad producida por su espera.

El empate.

Lo mejor del empate es que queda fútbol por delante, que ninguno de los dos hizo explosión. El equilibrio dio origen, por cierto, a un momento excepciona­l en un partido como éste. Los futbolista­s estuvieron bien en la despedida, empezando por los capitanes, John Wayne Messi y Kid Ramos, que según Carrusel hablaron de fútbol cuando había fútbol. Queda otro partido, quedan muchos partidos, y siempre estos clásicos serán únicos en el fútbol. Aunque la clase se mojó en el tintero de la fortuna.

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