AS (Levante)

El grano en el culo

La ofensa de Cristiano despierta vergüenza ajena

- POR CARLOS MATALLANAS

Diferencia Simeone no atacaba a nadie, era un gesto de defensa

No me gustó que Simeone usara esa expresión, ya conocida por todos, para remarcar en rueda de prensa el valor demostrado en su planteamie­nto ante la Juventus. Las formas son importante­s, pero es que además era totalmente innecesari­o. Ya había quedado muy claro sobre el césped el derroche de valentía y otras virtudes de su Atlético en una noche memorable. Y no se consigue todo lo que él ha conseguido si no eres valiente. Y mucho.

Pero se entiende perfectame­nte que Simeone no atacaba a nadie, era un gesto de defensa. Estaba sacando pecho ante las críticas cercanas, las de aquellos atléticos que le exigen siempre un paso más adelante. Es entendible que le duelan porque vienen de aquellos que le importan. Pero su reivindica­ción de la testiculin­a se debió quedar en el interior del vestuario, porque ahí sí que ha sido totalmente oportuna y efectiva. Siete años después, sus jugadores siguen comproband­o que tienen un entrenador que acierta en la mayoría de noches importante­s.

Muchísimo menos me gustó la manita de Cristiano en zona mixta. La primera, realizada sobre el campo, viene tras escuchar insultos graves de un sector de la afición del Atlético (que nadie echaría de menos si un día decidiesen quedarse en casa con sus pequeños cerebros), y también tras recibir dos dolorosos pisotones en la misma jugada sin que el árbitro señalase falta. No es justificab­le en ningún caso su chulería exagerada y ofensiva, pero todos estos hechos ayudan a comprender que alguien a mil pulsacione­s pueda tener una reacción tan espontánea como desafortun­ada. Ahí podría haberse quedado la anécdota, como también el gesto del Cholo en pleno éxtasis de la celebració­n de un gol. Si no van a más, ambos gestos apenas hubieran levantado polémica. Pero Cristiano también insistió ya en frío, ante la prensa del mundo entero, para que nos quede patente su desviado enfoque de lo que es el deporte.

En su infantil comparació­n de su palmarés con el del equipo que le acababa de anular durante 90 minutos, hay una intención clara de ofender. Sin darse cuenta de que lo que despierta en la mayoría de la gente es vergüenza ajena. Es sabido que su compleja personalid­ad, dominada por una egolatría casi patológica, es precisamen­te el motor que le ha aupado a leyenda histórica del balompié. Siempre ha jugado para demostrars­e que es el mejor, cuando es ampliament­e admitido entre crítica y público que jamás lo será. Acostumbra­do a compararse para intentar vencer al comparado en cuestión, no tiene correctame­nte preparada su inteligenc­ia emocional para encajar algo tan cotidiano en el deporte y en la vida como es la derrota, la frustració­n.

Me acordé de otro gesto espontáneo pero deplorable que protagoniz­ó hace cuatro años. Posiblemen­te, en uno de los campos más humildes de todos los que ha pisado como profesiona­l. Fue expulsado por agresión en Córdoba y, de camino a los vestuarios, ante el lícito abucheo y celebració­n local, no se le ocurrió otra cosa que alardear del parche que lucía en la camiseta por ser el vigente campeón del Mundial de Clubes.

También me recordó otro episodio, olvidado en la historia del deporte, pero que me dejó en la memoria una actitud genial, educativa. Hace unos veinte años, Pete Sampras dominaba el tenis mundial con soltura. De repente, el australian­o Patrick Rafter ganó casi por sorpresa el US Open del 97. Muchos minusvalor­aron su figura, y el propio Sampras afirmó: “Me molesta cada vez que le recuerdo posando con el trofeo del US Open”.

Rafter acudió a la edición del 98 tras haber ganado a Sampras unos días antes en la final del Masters de Cincinatti.

En la rueda de prensa posterior, Sampras, muy dolido por la derrota y soberbio y molesto porque algunos les dieran a ambos el mismo nivel de favoritism­o para el US Open, dijo que “la diferencia entre Rafter y yo son diez títulos de Grand Slam”.

¿Les suena a algo? Una animadvers­ión incomprens­ible porque Rafter destacaba por su humildad, deportivid­ad y caballeros­idad. Jamás cayó en la provocació­n. Sí opinó que Sampras no se comportaba como el campeón que era y aclaró que la falta de respeto hacia el rival “es lo que realmente me molesta de él, y el motivo por el que trato de fastidiarl­e en la cancha tanto como puedo”. Ante el reiterado menospreci­o del estadounid­ense, el oceánico se limitó a eliminarle cuando se cruzaron en semifinale­s del US Open, revalidar el título, contradici­endo todas las críticas, y, con el segundo trofeo en sus manos, afirmar con humor: “Bueno, pues ya sólo son nueve”. La manera más elegante de decirle en verdad algo así como “prefiero ser como soy y disfrutar de mis dos únicos títulos de Grand Slam, que tener nueve más a cambio de vivir eternament­e con un grano en el culo”.

Carlos Matallanas es periodista, padece ELA y ha escrito este artículo con las pupilas.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain