AS (Levante)

Bale olfatea la debilidad de Solari

Lejos de consolidar al técnico, el club le expuso a la erosión

- SANTIAGO SEGUROLA

Realidad El Levante dio un repaso al Madrid, frágil en todos los aspectos

Girona Una derrota ha sido suficiente para destruir el buen recorrido

Nada de lo que se vio en el campo del Levante se habría observado si el Madrid hubiera derrotado al Girona. Se presenció un acto de poder por parte de jugadores con la etiqueta de figuras con un entrenador joven.

El Madrid salió vivo por poco del duelo con el Levante, resuelto por Bale después del penalti más polémico de la temporada. Bale marcó y luego rechazó la felicitaci­ón de Lucas Vázquez, jugador ejemplar donde los haya. En su despliegue por el campo y en su incesante colaboraci­ón con los compañeros. En estos dos aspectos se sitúa en las antípodas del delantero galés, que ha decidido establecer­se en una burbuja donde todo le resulta ajeno, cuando no molesto. Tanto tiempo consentido, su comportami­ento tras el gol no extraña a nadie, pero es igual de intolerabl­e.

El Levante dio un repaso al Madrid, frágil en todos los aspectos del juego. Ofreció todos los síntomas para dividir al equipo en solaristas y antisolari­stas.

Quizá sólo fuera una impresión, pero los mejores fueron de nuevo los adscritos al técnico: Vinicius, Reguilón y Lucas Vázquez. En el otro lado se vieron gestos y acciones decepciona­ntes, poco prometedor­as para Solari, damnificad­o por la derrota contra el Girona.

No le han mejorado su situación los reproches que se han escuchado en el entorno mediático del presidente, con el que mantuvo una reunión el pasado martes. Se comunicó urbi et orbi.

Mal asunto. Cualquiera que fuera la responsabi­lidad del técnico, la derrota del Madrid frente al Girona señaló a los habituales suplentes, no a los titulares de costumbre, algunos de los cuales requerían el descanso después de una tralla de partidos.

A la vista de los acontecimi­entos y del clima que se respira, Solari regresó a su alineación básica. Hizo bien. No tenía más remedio. El momento, sin embargo, era diferente al que marcó la progresión del equipo desde la mediocrida­d a las expectativ­as normales en el Real Madrid. O sea, el combate por los títulos. La posición del técnico era más débil, fragilidad detectada inmediatam­ente por la opinión pública y los jugadores, que disponen de un olfato infalible.

Nada de lo que se vio en el campo del Levante (la sonrisa sardónica de Kroos cuando fue sustituido por Valverde, la sentada de Bale en el banco sin acabar los ejercicios de calentamie­nto y su grosero desplante a Lucas Vázquez) se habría observado si el Madrid hubiera derrotado al Girona. Se presenció un acto de poder por parte de jugadores con la etiqueta de figuras con un entrenador joven, sin trayectori­a todavía, pero autor de decisiones importante­s en el equipo, incómodas para varios jugadores que se sentían inmunes al banquillo.

Bale utilizó su desconside­ración con Lucas Vázquez para enviar un mensaje tan visible a Solari que merece algo más que un reproche por parte del equipo, la hinchada y el presidente, su gran protector durante las cinco temporadas y media del galés en el Real Madrid. Se sintió suficiente­mente fuerte, o interpretó la situación de Solari como suficiente­mente débil, como para emitir una señal de fractura en el equipo, el peor mensaje posible para un equipo que ya había ofrecido muestras de desunión en el juego.

De frente a tres partidos cruciales (dos contra el Barça y la vuelta con el Ajax), el Madrid regresó al conflictiv­o escenario anterior a la llegada de Solari. Una derrota ha sido suficiente para destripar el buen recorrido de las jornadas anteriores. Lejos de consolidar la posición del técnico, el club le ha expuesto a la erosión. Una parte del equipo, los que se consideran damnificad­os, no han tardado en responder, con Bale a la cabeza.

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