AS (Levante)

El dopaje sigue latente

- JUAN GUTIÉRREZ

El fiscal Raffaele Guariniell­o, azote del dopaje en Italia, puso patas arriba los Juegos Olímpicos de Invierno de Turín 2006 con una redada que destapó una trama en los equipos austríacos de esquí nórdico y biatlón. Han pasado 13 años y otra operación policial ha golpeado en Austria al corazón de los Mundiales de esquí de fondo. Cinco esquiadore­s fueron detenidos inicialmen­te, uno de ellos con la aguja en un brazo en plena manipulaci­ón sanguínea. Detrás de estas prácticas ha aparecido el médico alemán Mark Schmidt, un viejo conocido del ciclismo que ejerció en el

Gerolstein­er, un equipo desintegra­do en 2008 por sus repetidos escándalos. Y detrás de Schmidt, en un congelador, 40 bolsas de sangre, que irremediab­lemente nos han recordado a Eufemiano

Fuentes y a la irresoluta Operación Puerto. El esquí nórdico y el ciclismo son dos deportes agónicos, de fondistas, que requieren un rendimient­o similar. Por eso no es raro que compartan entrenador­es, médicos y métodos de dopaje. Y como andaba Schmidt por allí, tampoco ha sido extraño que inmediatam­ente hayan brotado dos corredores profesiona­les confesos: Stefan Denifl, vencedor en Los Machucos en 2017, y

Georg Preidler, gregario de Thibaut Pinot. No es la única conexión con el ciclismo. El alemán utilizaba unas máquinas que le compró al agente de

Michael Rasmussen y que procedían de la red de Humanplasm­a. El dopaje sigue latente. Tenemos 40 bolsas en busca de dueño. Aunque tan preocupant­e como eso, o incluso más, es la confirmaci­ón de que el pasaporte biológico también puede ser burlado por los tramposos con relativa facilidad.

“TENEMOS 40 BOLSAS DE SANGRE EN BUSCA DE DUEÑO. AUNQUE TAN PREOCUPANT­E COMO...”

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