Os dejamos la condición de favoritos... Y ¿qué?

Esta vez no me voy a poner fanfarrón ni te voy a apostar nada a ese soñado y ansiado triunfo de la tropa de Zizou. Ya llevo mucho tiempo escarmentado con los gatillazos que los míos están protagonizando justo en nuestro santuario, ese Bernabéu que en mis años mozos (los de las remontadas europeas) era una caldera hirviendo de la que salían vapuleados todos los rivales y que ahora es una barbacoa familiar plurilingüe donde la gente se hace selfies y, de vez en cuando, aplaude un gol sea del equipo que sea...

Por primera vez en muchos años asisto a un Clásico mentalizado de que perder es una posibilidad que debo valorar. Durísimo de asumir, pero uno se va haciendo mayor y también se cansa de estar dando la cara por tus héroes para que luego te la partan sin piedad. En mis tiempos, el Barça saltaba al Bernabéu con las piernas encogidas, una nube de humo que convertía la atmósfera del partido en una locura escénica y un rugido en la grada que te atrapaba. Pasión sincera, con 100.000 corazones blancos desbocados en pos de la segura victoria...

Ahora, querido Santi, salta tu Barça al campo y parece que hay miedo a que Messi toque siquiera la pelota. Y digo yo, ¿no sería mejor apagar la música atronadora y estéril y poner las imágenes de Messi, cabizbajo, genuflexo y hundido tras sus fracasos mayúsculos en Roma o Liverpool?

En cualquier caso, te veo muy crecidito y eso me gusta. Mejor sabrá la victoria si tu querido Leo vuelve a tener uno de esos aclipses que arrastran a su equipo. Y por cierto, dile a tu amigo Guardiola que cuando gane tres Champions seguidas hablamos. Menos lobos...