AS (Levante)

El Atlético se queda sin goleador

El equipo rojiblanco, por cuarta temporada consecutiv­a, sigue sin encontrar un jugador que alcance los 20 goles en LaLiga

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El Niño tuvo la continuida­d que le llevó a ser el máximo goleador del equipo cinco temporadas seguidas, la mejor con 19 goles (2003-04). En la última antes de salir ya había llegado Agüero. El argentino asumió esa responsabi­lidad en dos cursos: en el 2007-08, con 19 tantos; y en el 10-11, con 20, siempre acompañado por Forlán. El cacha logró la Bota de Oro en 2009 tras conseguir 32 goles en la Liga. Haría 18 un año después, formando una de las mejores duplas de la historia del club.

Los dos salieron en 2011, pero con Falcao llegó el ‘9’ por antonomasi­a. El colombiano consiguió 24 goles en su primera Liga y 28 en su segunda, con Diego Costa de escudero. El ‘19’ dio un paso adelante en la campaña 2013-14 para conquistar el título de Liga con 27 goles. Diría adiós y llegaría Griezmann, que pese a ser segundo delantero, ha sido el máximo goleador del equipo en sus cinco temporadas en el club, las dos primeras con 22 goles en Liga.

Sin el francés, el Atlético se ha quedado huérfano de esa figura. Costa no ha recuperado su nivel, João Félix se aclimata y Morata se ha erigido como el goleador, pero sus ocho tantos en Liga están muy alejados de los referentes de años atrás.

Pichichi Los 32 goles de Forlán en la 2008-09 le otorgaron su segunda Bota de Oro

El clásico dicho indio reza que la tierra no es el regalo que recibimos de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos. Pero en realidad es las dos cosas. Nuestros mayores nos han regalado no solo el mundo (nos dieron la vida), sino el modo en el que lo vemos y en el que nos movemos por él, al igual que a los niños los hemos traído nosotros aquí y nuestra es la obligación de acompañarl­os en el proceso de crearse una idea del mundo y de la vida. Dicho de otro modo: el mundo de nuestros hijos es el de nuestros padres.

Conviene recordarlo en estas fechas en las que, tras semanas de confinamie­nto y otras de restriccio­nes, algunos claman al cielo gritando si mereció la pena detener el sistema para evitar la muerte de los más viejos. Como en la canción Cats in the Craddle, yo me imagino a estos tecnócrata­s dentro de unos años, abandonado­s a su suerte, muriendo solos, orgullosos de que sus hijos siguieran el ejemplo que ellos les dieron.

Con el fútbol sucede lo mismo. Si yo pienso en mi club, es la imagen de aitite, mi abuelo materno, la que me viene a la cabeza. Él fue quien me llevó de la mano al campo, él quien me narró, con tono de gesta, los méritos de nuestro equipo. Me enseñó que el mayor logro no era un resultado deportivo, sino un modo de comportars­e. Aitite era del Athletic porque el Athletic es un conjunto de valores. El Athletic nos unía a él y a mí. Hoy pienso que también es lo que comparten mi hijo y mi abuelo, que nunca se conocieron, y me digo que el Athletic es familia y San Mamés la casa de aitite, en la que hoy vivimos nosotros.

EEl Athletic nos unía a él y a mí; también es lo que comparten mi hijo y mi abuelo, que no se conocieron

l fútbol ha vuelto y cada partido comenzará con un minuto de silencio por las víctimas del COVID. Muchas de ellas eran mayores, pero eso no matiza el dolor. Eran nuestros mayores. A ellos debemos el estar aquí, el amor por nuestros colores, todo. Por eso creo que nunca ha habido en los estadios un homenaje más merecido. Es un homenaje a la vida, a la que nos dieron nuestros padres y madres, abuelas y abuelos, tías y tíos, a quienes nos cuidaron y amaron. Por ellos, siempre.

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Álvaro Morata y Diego Costa no han conseguido hacer goles con facilidad en lo que va de curso.
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