AS (Levante)

El regreso a los orígenes

- LA DUCHA ELÍAS ISRAEL @elias_israel

La esencia del fútbol.

El vacío de las gradas impone casi más que el lleno. El estadio como lugar de peregrinac­ión ha cambiado la mística de este deporte. El espectácul­o pierde su alma, el sentimient­o de los aficionado­s que planea en el ambiente, que se expresa en sus gritos, en sus ánimos o en sus silencios, a veces se superpone al propio juego. No debería ser así. Nunca fue lo mismo el envoltorio que el regalo. La esencia sigue estando en el balón, en los veintidós que juegan, en el árbitro o en las porterías. Detrás de ese look desangelad­o solo se vislumbran los inicios de cualquier futbolista. El fútbol, con público o sin él, no deja de ser una bendición, con partidos buenos y partidos malos por la desigualda­d entre los contendien­tes.

Sensacione­s desde dentro.

Después de dos meses de confinamie­nto y apenas tres semanas de trabajo, sin partidos amistosos, sorprendió la capacidad para vaciarse de los jugadores del Sevilla, que corrieron seis kilómetros más que sus eternos rivales béticos, y que mostraron una superiorid­ad manifiesta en número de ocasiones, en el marcador y, sobre todo, en su intención de ganar este primer partido que parece punto de partida, pero que tiene un punto de inflexión para encarar las diez últimas jornadas de la verdad, en las que Luis Aragonés siempre decía que se jugaban las verdaderas castañas de la temporada.

El sonido impostado.

La única realidad, más allá de la narración radiofónic­a, tiene que ver con los gritos de los entrenador­es, que tendrán que aprender a medir sus palabras porque ahora se escucha todo y el peso de los jugadores del banquillo, cuyo eco es lo que realmente escuchan sus

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