AS (Levante)

Raúl, el capitán sin estrellas

Con tres Mundiales, dos Eurocopas, unos Juegos Olímpicos, 102 partidos y 44 goles se quedó a las puertas de La Roja que ganó títulos

- ENRIQUE ORTEGO

Debutó en la dos años después de hacerlo en el y su carrera como internacio­nal se extendió una década hasta que dejó de contar con él con 29 años.

En sus 100 años de existencia, la vida de la Selección está plagada de casos y situacione­s llamativas. Por ejemplo, que Alfredo di Stéfano, uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol, no llegara a jugar ningún partido en un Campeonato del Mundo, o que la Quinta del Buitre desapareci­era de la escena en una rebosante plenitud. Pero el suyo, el de Raúl González Blanco, se puede considerar el proceso individual más singular de todos.

Su notable carrera internacio­nal de diez años, tres Mundiales, dos Eurocopas, unos Juegos Olímpicos, 102 partidos y 44 tantos y 27 pases de gol transcurri­ó en la época en la que España no ganaba y acumulaba decepción tras decepción. A pesar de ello su enorme identifica­ción con la Selección merecía otro final tanto en el fondo como en las formas. Se quedó justo en las puertas de la gloria, en el momento en el que La Roja comenzaba a tomar cuerpo como tal.

La camiseta. Una elástica de la Selección del Mundial de España (1982) fue la primera que decoró su habitación en la casa paterna de la Colonia Marconi. Después llegaron todas las demás. En comparació­n con su vertiginos­a trayectori­a en el Real Madrid, su primera experienci­a con las seleccione­s inferiores fue bastante tardía. Se estrena con la Sub-18 cuando ya tenía 17 años y cinco meses y solo 24 días antes de debutar en Primera con su club. Su primer técnico, Andoni Goicoechea. Fue en una eliminator­ia contra Finlandia y marcó dos goles en cada encuentro.

Ya forma parte del primer equipo blanco cuando es citado para la Sub-21 que se juega la clasificac­ión para la fase final del Europeo de la categoría y el pase a los Juegos Olímpicos de Atlanta. Sus goles ayudan a conseguir el objetivo. Es convocado también para el Mundial Sub-20 de Qatar.

Polémica. Se juega en el mes de abril del 95 con la temporada en juego. El Real Madrid no está por la labor de perder a su gran descubrimi­ento, pero al final, la Federación consigue que los Raúl, Iván de la Peña, Etxeberría, Salgado, Morientes, Roger… viajen. Golea en los dos primeros partidos contra

Burundi y Japón. En los cuartos contra Rusia también marca. España pierde las semifinale­s y el partido para el tercer puesto.

Con 18 años Raúl tiene por delante la fase final de los Sub-21 en Montjuïc, la Eurocopa de Inglaterra y los Juegos Olímpicos. Por fechas podría incluso acudir a las tres citas. El ‘pueblo’ quiere verlo ya en la ‘A’, pero Javier Clemente, que es quien manda, decide que siga con los ‘sub’. Se lleva dos chascos consecutiv­os: final perdida ante Italia en Barcelona y pronta eliminació­n en Atlanta a pies de Argentina.

El debut en Praga. Nuevo curso. Su salto a la Absoluta está al caer. No en la primera convocator­ia, pero sí en la segunda. Praga es la ciudad elegida para su estreno. Partido clasificat­orio para el Mundial 98. Raúl se muestra serio. Más callado que de costumbre. Sus padres, Marisa y Pedro, y su representa­nte, entonces Fermín Gutiérrez, le acompañan en el viaje. Es el gran protagonis­ta de la víspera y también del partido (9-10-96). Por fin titular. Camiseta azul de manga corta con el ‘7’ a la espalda. El partido acaba 0-0. “Estoy contento. He jugado los 90 minutos y hemos conseguido un buen resultado ante una selección potente. El empate es lo mejor, más que mi debut. Me voy feliz de Praga”. En el abrazo con sus padres en el aeropuerto casi se le saltan las lágrimas. Clemente ya nunca volvería a dudar de él.

Las primeras veces. Su primer gol llega en el tercer partido, contra Serbia-Montenegro en Valencia. España se clasifica para el Mundial de Francia. En el estreno contra

Nigeria marca y se convierte en el jugador más joven de la historia de la Selección en golear en un Campeonato del Mundo. Tiene 20 años y 351 días. La derrota ante los africanos es decisiva para que España quede fuera en la primera fase. Raúl ve como Zubizarret­a, el gran capitán, rompe a llorar. Es su primer gran fiasco con la Selección. No sería el último, por desgracia.

Siete goles en cuatro días. Tras la debacle de Chipre (3-2) donde marca un tanto, Camacho sustituye a Clemente. Raúl es inamovible y vive algunos de sus mejores momentos. En cuatro días rubrica siete goles. Cuatro a Austria (27-3-99) y tres a San Marino el 31. Espera la Eurocopa 2000. Milagro ante Yugoslavia y los cuartos contra Francia. Nunca olvidará ese partido y el fatídico momento en el que falló el penalti que hubiera forzado la prórroga (2-1). Suya fue la decisión de tirarlo. Mendieta, el primer especialis­ta, había sido sustituido y Raúl se lanzó a por el balón. Estaba convencido de marcar. Minuto 89. Engaña a Barthez pero el esférico se le va alto. No hay consuelo que le alivie. Todos los compañeros le abrazan. Camacho le da dos gritos. Zidane le cambia la camiseta. Otro fiasco.

Sin títulos “Habría que juntar las tres Champions para saber lo que es ganar un Mundial”

No juega contra Corea. Camino de la siguiente cita, el Mundial de Corea y Japón 2002, Raúl supera marcas individual­es. Llega al partido 50 contra Holanda en Rotterdam con 24 años y nueve meses. A esa edad Butragueño llevaba 29; Gordillo, 25; Iribar, 19; Zubizarret­a, 14 y Camacho e Hierro, 13. A nivel internacio­nal también rompe barreras. Solo Pelé mejora

sus números (49 partidos y 51 goles). Cruyff (14), Maradona (41), Zidane (22)… están lejos.

Pasa de lucir el ‘10’ al ‘7’ que llevaba en el Real Madrid. Llega a la gran cita en plenitud. Lo demuestra con sus goles en la primera fase: tres. En los octavos contra la República de Irlanda se lesiona. Pide el cambio. Nadie mejor que él sabe que es una lesión muscular lo suficiente­mente grave como para perderse el partido de cuartos… si el equipo se clasifica. Lo consigue en los penaltis, con dos paradas de Casillas.

Comienza la cuenta atrás. El partido contra Corea parece misión imposible. Se pone en las manos de Pedro Chueca, su fisioterap­euta de confianza. Mañana, tarde y noche. Entrenamie­ntos de recuperaci­ón secretos y una última prueba nocturna. Quiere llegar, pero no puede. A último hora, entre todos, lo frenan. Hay confianza en ganar al anfitrión y disputar, por fin, unas semifinale­s. Desde el banquillo, Raúl reconoce perfectame­nte al árbitro. El egipcio Al Ghandour le había pitado en los Juegos de Atlanta en el 96 en la derrota de despedida contra Argentina (4-0). Malos recuerdos que se confirmarí­an con todo lo que sucedió a lo largo de los 120 minutos.

Capitanía y récord goleador. La vida sigue. Camacho lo deja. Llega Iñaki Sáez. Estrena capitanía en el homenaje a Puskas en el Nepstadion de Budapest y supera a su amigo y compañero Fernando Hierro como máximo goleador. Marca dos tantos a Khan en un amistoso contra Alemania en Palma de Mallorca y alcanza las 31 dianas en 59 partidos, una media superior a medio gol por encuentro. De la Eurocopa 2004 se va sin estrenarse y con la enésima decepción a cuestas.

El principio del fin. Para un hombre-Selección acostumbra­do a ganar vestido de blanco no es fácil digerir lo que le ocurre cuando se viste de rojo. “Habría que juntar las tres Champions para saber lo que puede ser ganar un Mundial”, reconoce mientras se confirma que Luis Aragonés va a ser su cuarto selecciona­dor y la clasificac­ión para el que tiene que ser su tercer Mundial pasa por el purgatorio de una repesca contra Eslovaquia que se supera con solvencia. Una lesión importante (19-11 contra el Barcelona) compromete la cita. Sufre una rotura parcial del ligamento cruzado anterior. Se le diagnostic­a entre tres y seis meses de baja. Decide no operarse y se machaca en una rehabilita­ción complicada. Se pone como objetivo reaparecer con el Real Madrid en la Champions. Lo consigue.

Luis Aragonés, por su parte, confiesa públicamen­te que lo esperará hasta el último día. Raúl llega a tiempo. Incluso juega y marca en el amistoso contra Egipto, poco antes de viajar a tierras germanas y después de una larga sequía con su equipo con el que no había marcado después de recuperars­e de la lesión. Llevaba 218 días en seco. Algo inusual en él. “Quien diga que estoy acabado es que no entiende de fútbol. Los que lo dicen son envidiosos y oportunist­as. Una cosa es opinar y otra bien distinta perderme el respeto como hace mucha gente y muchos medios”.

Arranca el Mundial. No es titular en el primer partido. Como Villa marca dos goles y Fernando Torres, uno, el técnico los mantiene en el once en el segundo contra Túnez. Como el encuentro se complica, Luis recurre a Raúl, en la segunda parte. Sale, firma el gol del empate y se convierte en el primer español en marcar en tres Mundiales consecutiv­os. Lejos estaba de pensar que ese, el 44, sería su último tanto con la Selección. No se besa el anillo, como solía hacer habitualme­nte, besa con rabia el escudo de su camiseta y corre hacia el banquillo para buscar a Cañizares y Michel Salgado, sus dos fieles compañeros, con los que venía compartien­do su decepción por no ser titular.

Ese detalle y lo ocurrido esa misma noche en la concentrac­ión no pasa inadvertid­o al selecciona­dor. La relación comienza a resentirse. A pesar de ello, con la clasificac­ión asegurada, juega el tercero contra Arabia Saudita y el técnico lo ratifica contra Francia en octavos. España parte como favorita pero cae eliminada. Una más.

La vuelta del verano y el siguiente partido (15-8-2006) trae a Raúl un regalo en forma de centenario. En Reykjavic contra Islandia (0-0) se convierte en el primer jugador de campo que llega a los 100 partidos. Casi diez años habían pasado desde el primero: 3.597 días concretame­nte. Ya solo tiene por delante a Zubizarret­a con 126. “Para mí cada partido con la Selección es un sentimient­o, algo muy especial. Es defender a mi país”

Tampoco podía imaginar en esos momentos que, aunque su relación con Luis estuviera ya un tanto deteriorad­a, solo le quedarían dos partidos más. Liechtenst­ein e Irlanda del Norte. El principio del fin se vivió en Belfast (6-9), Windsor Park. Derrota inesperada (3-2). Un tal Healey, con sus tres goles, entra en la historia del fútbol español. Una de las derrotas más dañinas de la vida del equipo nacional. Críticas durísimas y situación extrema para el técnico que, en las horas siguientes adopta una decisión fulminante: Raúl ya es pasado.

La hecatombe se confirma en la siguiente lista oficial. Luis no le convoca para el partido contra Suecia. La España futbolísti­ca se conmociona. División de opiniones. Raúl no alza la voz. “Lo veré en casa y siempre seré el hincha número uno de la Selección. Nunca he sido un conspirado­r de vestuarios. Sólo he intentado que todos los compañeros aunemos voluntades”.

Luis mantiene el pulso. "En el fútbol ya ha ocurrido que los futbolista­s vayan quemando etapas. Me toca hacer la lista y quiero acertar. No he hablado con Raúl. No suelo hacerlo. Raúl no es una excepción. Hay otros que no vienen y de ellos no me decís nada. Entiendo que él es muy mediático, pero ya os he contestado”.

No volvería más. De nada valieron las presiones, ni las intermedia­ciones. Ni tampoco una comparecen­cia pública ante la Prensa de ambos en febrero de 2008 para firmar una supuesta paz. Raúl provoca el encuentro. Luis no da su brazo a torcer. Agradece al jugador su comportami­ento pero no entra en sus planes de futuro. Con el tiempo, ya fuera de su cargo, fue un poco más drástico. “Hubo que hacer cosas por el bien del fútbol español. Algunos jugadores, como Raúl, ya no rendían como a mí me hubiese gustado. Hubo un momento en el que la Selección le venía grande”.

Raúl nunca contestó. Con 29 años se tuvo que despedir de la Selección. La Selección de su alma.

Centenario “Cada partido con la Selección es un sentimient­o especial. Es defender a mi país”

Despedida “Nunca he sido un conspirado­r de vestuarios. Sólo intenté aunar voluntades”

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Raúl fue el primer jugador de campo que llegó a los 100 partidos
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El gol siempre estuvo ligado a la carrera de Raúl también en la Selección.

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