AS (Levante)

Marcelino, ante el título que le arrebató Lim

- J. B. /

Un momento histórico para el Athletic, pero mejor si no jugara Messi...

—Es importante llevar un título a Bilbao, me da igual si está Messi o no; es indudable su potencial y diferencia, pero el Barça tiene jugadores de sobra para suplirle.

—¿Cómo van los nervios? —La hazaña puede ser histórica, intentarem­os hacer un gran partido. Estamos tranquilos, aunque los nervios irán creciendo según pase las horas. Si disfrutamo­s en el campo será buena señal.

—¿Hay paralelism­os con la Supercopa de 2015?

— Fue increíble, creo que muy pocas personas daban algo por nosotros y encima a doble partido, y les metimos 4. La fe mueve montañas y tenemos que ir con la misma ilusión que en 2015. Somos un equipo difícil de batir, muy jodido, somos amigos y batir a un grupo de amigos es mucho más difícil. —Y con nuevo míster

—La llegada de Marcelino nos ha venido bien. La ilusión ha vuelto a Bilbao. Estamos en una buena dinámica y tenemos que estar en esa corriente, subirnos a la ola, surfear y que no nos tire.

—¿Cómo se puede ganar al Barça?

—Ser más continuos que en Liga. Todo pasa por generar ocasiones y hacerles muy incómodo el partido.

Una de las pocas cosas buenas que deja la pandemia es que la Supercopa 2020 se juega en España. O más bien, no se hace en Arabia Saudí. El año pasado la Supercopa en Yeda nos dejó helados, pese al calor de esas latitudes. Es comprensib­le que se busquen nuevos mercados, pero también hay que tener cuidado dónde se hacen las cosas. No todo vale. Cuando, a finales de 2019, se anunció que la Supercopa se trasladaba a Arabia Saudí, se levantaron muchas voces críticas debido a la inmoralida­d de jugar en un país que no respeta los derechos humanos. La cínica respuesta de la RFEF insinuaba poco menos que la Supercopa era el principio de la democracia en el país árabe. Y como sucedió con los Juegos Olímpicos en China, no sólo no mejora su situación allí, sino que empeora la de aquí.

Aunque no es posible ser íntegro todos los días del año, de vez en cuando convendría tomar ejemplo de deportista­s como la ucraniana Anna Muzychuk, que perdió sus dos campeonato­s del mundo de ajedrez, ¡dos!, por negarse a jugar en Arabia Saudí. Esa dignidad jamás la hemos visto en los responsabl­es del fútbol español. Ni en la mayoría de sus clubes. Como hay que sacar rendimient­o de todo y hacer más partidos, en el nuevo formato de la Supercopa se juega un mini torneo entre los dos primeros de Liga y los finalistas de la Copa, así que hay una final de Supercopa sin que haya aún un campeón de la Copa del Rey.

Se enfrentan el F.C. Barcelona y Athletic de Bilbao, aunque por juego y valentía hubiera sido deseable que la Real Sociedad (único club de Primera que no acepta patrocinio­s de casas de apuestas) fuese finalista. Pero el Barcelona empieza a parecerse a ese Madrid que dependía de los milagros de Casillas y de Raúl. El otro finalista, el Athletic, jugó una semifinal muy bien planteada y trabajada. Pese a que la prensa insista en los supuestos errores de Zidane o de Lucas Vázquez, la victoria fue más mérito vasco que fallo merengue. No todo es Barcelona o Madrid, los demás también existen y saben jugar.

Hay una final de Supercopa sin que haya aún un campeón de la Copa del Rey

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Iñaki Williams.
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