La cabeza en la Liga
Los centrocampistas sujetan al equipo blanco y los delanteros no existen ● El Valladolid mereció más pero falló en el remate
PUERTA
2
1
1
1
5
FUERA
1
2
1
0
4 manga por hombro. El Valladolid tuvo más fútbol y más hambre. De lo primero se ocupó Orellana, al que su carácter le ha estropeado parte de su carrera pero que, a los 35 años, anda aún sobrado de habilidad. De lo segundo, la voluntad del equipo por presionar arriba, por ir a todas las disputas, por replegar con orden ante las contras del Madrid. Dos acabaron en Mariano y en gol, pero con el ariete en claro fuera de juego ambas veces.
Con todo, Modric era la mano que mecía el partido con ese amplio repertorio que maneja: es capaz de acelerar y frenar, de salir con un quiebro o guardarse el balón. Una buena batuta en una orquesta poco afinada, porque Asensio aún no sabe si es ópera o zarzuela y porque Vinicius sigue sin concretar lo que empieza. La mejor oportunidad del Madrid fue un clásico y una premonición: centro de Kroos y cabezazo alto de
■ Betis-Getafe
■ Elche-Eibar
■ Atlético-Levante
■ Valencia-Celta
■ Valladolid-Real Madrid
■ Barcelona-Cádiz
■ Real Sociedad-Alavés
■ Huesca-Granada
■ Athletic-Villarreal
■ Osasuna-Sevilla
Casemiro. Más que nunca, Zidane está en manos de sus centrocam- pistas, todos buenos pero ninguno llegador, de esos que ofrecen doce goles por campaña.
El asunto no mejoró de salida para el Madrid. Poca presencia en campo ajeno y manotazos esporádicos del Valladolid. El más notable, un error clamoroso de Mendy que le puso en bandeja una volea a Orellana. El chileno empalmó con violencia, pero sin ninguna colocación. Fue al muñeco y el muñeco no se movió.
Sergio entendió que la situación invitaba a ir más allá y para eso metió a Jota, un futbolista de ocurrencias, por Janko, un exterior de músculo. El Madrid no sólo viajaba ya desarmado sino también desorientado, sin la pelota con la que se había defendido más o menos en la primera mitad. Zidane interpretó lo mismo, que por ahí no se iba lejos y tiró de lo poco que tenía:
Isco, el ángel caído, y los filiales Arribas y Hugo Duro. Y cuando estaba a punto de renovar su trío de ataque, volvió el clásico: otra rosca de Kroos a balón parado y el cabezazo providencial de Casemiro, picado y cruzado. Letal. Un gol sin previo aviso, en pleno desierto.
Los nuevos le dieron al Madrid un punto más de posesión, por la movilidad de Arribas, mientras el Valladolid se tomaba el final a la tremenda, con Weissman y Kodro, dos rematadores de cuna, ya metidos en el ajo.
Pero el gol lo había cambiado todo. Al Valladolid le costó más proponer y al Madrid menos protegerse, la parte más salvable de una noche oscura. Un triunfo, en definitiva, para engañar al tiempo mientras recobra la salud.