AS (Levante)

La cabeza en la Liga

Los centrocamp­istas sujetan al equipo blanco y los delanteros no existen ● El Valladolid mereció más pero falló en el remate

- REMATES 24ª JORNADA

PUERTA

2

1

1

1

5

FUERA

1

2

1

0

4 manga por hombro. El Valladolid tuvo más fútbol y más hambre. De lo primero se ocupó Orellana, al que su carácter le ha estropeado parte de su carrera pero que, a los 35 años, anda aún sobrado de habilidad. De lo segundo, la voluntad del equipo por presionar arriba, por ir a todas las disputas, por replegar con orden ante las contras del Madrid. Dos acabaron en Mariano y en gol, pero con el ariete en claro fuera de juego ambas veces.

Con todo, Modric era la mano que mecía el partido con ese amplio repertorio que maneja: es capaz de acelerar y frenar, de salir con un quiebro o guardarse el balón. Una buena batuta en una orquesta poco afinada, porque Asensio aún no sabe si es ópera o zarzuela y porque Vinicius sigue sin concretar lo que empieza. La mejor oportunida­d del Madrid fue un clásico y una premonició­n: centro de Kroos y cabezazo alto de

■ Betis-Getafe

■ Elche-Eibar

■ Atlético-Levante

■ Valencia-Celta

■ Valladolid-Real Madrid

■ Barcelona-Cádiz

■ Real Sociedad-Alavés

■ Huesca-Granada

■ Athletic-Villarreal

■ Osasuna-Sevilla

Casemiro. Más que nunca, Zidane está en manos de sus centrocam- pistas, todos buenos pero ninguno llegador, de esos que ofrecen doce goles por campaña.

El asunto no mejoró de salida para el Madrid. Poca presencia en campo ajeno y manotazos esporádico­s del Valladolid. El más notable, un error clamoroso de Mendy que le puso en bandeja una volea a Orellana. El chileno empalmó con violencia, pero sin ninguna colocación. Fue al muñeco y el muñeco no se movió.

Sergio entendió que la situación invitaba a ir más allá y para eso metió a Jota, un futbolista de ocurrencia­s, por Janko, un exterior de músculo. El Madrid no sólo viajaba ya desarmado sino también desorienta­do, sin la pelota con la que se había defendido más o menos en la primera mitad. Zidane interpretó lo mismo, que por ahí no se iba lejos y tiró de lo poco que tenía:

Isco, el ángel caído, y los filiales Arribas y Hugo Duro. Y cuando estaba a punto de renovar su trío de ataque, volvió el clásico: otra rosca de Kroos a balón parado y el cabezazo providenci­al de Casemiro, picado y cruzado. Letal. Un gol sin previo aviso, en pleno desierto.

Los nuevos le dieron al Madrid un punto más de posesión, por la movilidad de Arribas, mientras el Valladolid se tomaba el final a la tremenda, con Weissman y Kodro, dos rematadore­s de cuna, ya metidos en el ajo.

Pero el gol lo había cambiado todo. Al Valladolid le costó más proponer y al Madrid menos protegerse, la parte más salvable de una noche oscura. Un triunfo, en definitiva, para engañar al tiempo mientras recobra la salud.

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