AS (Levante)

Esta Copa es

Oyarzabal le dio el título 34 años después ● Flojo partido del Athletic ● El VAR fue protagonis­ta

- ARITZ GABILONDO

Por los aitonas y amoñas que se fueron, por los niños que nacieron, por aquellos que sueñan en azul y blanco, que sufrieron el descenso a Segunda, la final perdida del 88, el batacazo de ver marchar a varios de sus mejores jugadores al vecino y rival. Por ese sentimient­o de pertenenci­a que recorre una provincia pequeña de 700.000 habitantes, menos que el gran Bilbao, los que van de Irún a Mutriku, de San Sebastián a Ataun.

Por esa barandilla de la Concha internacio­nal, por una Tamborrada que es el alma de toda una ciudad, por esa Gipuzkoa orgullosa de su equipo, de su escudo, de sus colores. Por todos ellos levantó al cielo de Sevilla la Copa del Rey el capitán Asier Illarramen­di, el fiel reflejo de lo que ha sufrido la Real hasta llegar a este momento. Su ejemplo de superación sirve de colofón para la historia de un club que conquistó la Copa 34 años después.

Toda una generación conoce desde hoy lo que es la Real que les contaron sus aitas, la que solo podían imaginar viendo fotos y vídeos antiguos: el gol de Zamora en Gijón, los penaltis de Arconada en La Romareda, la Real campeona que se paseaba por los pueblos guipuzcoan­os en los 80... El sueño es real. Sevilla es ya parte de la historia del conjunto txuri-urdin.

La Real quiso hacer siempre su juego, arriesgand­o siempre en la salida de balón, aunque de entrada se encontró con un tapón. La doble presencia atacante con Raúl García y Williams cerró el pasillo interior. Zubimendi no existió. La circulació­n txuri-urdin derivó siempre a los hombres de banda, los encargados de generar peligro. Gorosabel puso un par de buenos centros, aunque no llegó Isak con claridad a ninguno. La defensa a ultranza por arriba de Yeray e Íñigo Martínez fue inconmensu­rable. El área fue un fuerte inabordabl­e para la Real. Una roca.

Polémica. La música celestial del partido sonaba cuando la pelota pasaba por Silva, aunque fue intermiten­te. El Athletic llevó la final a un ritmo más lento. Le interesaba más. No presionó arriba, pero cada vez que pudo conectar con Raúl García causó problemas. Es impresiona­nte el bajage del navarro en el juego directo. Parece un árbol imposible de derribar. Con empuje, el Athletic se fue acercando al área. El propio Raúl disparó cruzado, aunque la ocasión más clara fue un derechazo de Íñigo Martínez desde fuera del área. La Real tenía miedo, el Athletic

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Los jugadores de la Real, eufóricos, levantan la Copa y celebran el título sobre el césped de La Cartuja.
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