David Ferrer “No sé si destaqué o no, pero me vacié en la pista”
David Ferrer (Jávea, 39 años) colgó la raqueta en mayo del 2019 y este año se estrena como director de un torneo que conoce al dedillo. En 2020 se lo impidió la pandemia.
David Ferrer no pudo ganar el Barcelona Open Banc Sabadell como tenista. Rafa Nadal se lo impidió cuatro veces. Ahora, la presión es distinta: tratar de que todo funcione en un torneo en el que se inicia como director.
—Debuta como director, ¿cuáles son sus funciones?
—Todo es nuevo para mí: desde las peticiones de los jugadores, a las reglas del protocolo COVID o gestionar el aforo de la pista central. Aunque yo estoy más centrado en el tema deportivo, como las invitaciones, el trato con los mánagers… Para mí no es un trabajo. Tengo mucho cariño al torneo. Lo viví desde los cinco años; de hecho, mi madre ya venía embarazada a ver partidos. —¿Qué le da al Godó que Nadal participe cada año? —Le aporta muchísimo. Quiero hacer hincapié en ello porque a veces no se valora. La gente está acostumbrada a que venga siempre. Rafa nos da facilidades y para nosotros es un privilegio. Tenemos mucha suerte. Conociendo a la familia de Rafa se entienden muchas cosas. Su educación, respeto, agradecimiento… —Nadal, Federer, Djokovic… Usted que los ha sufrido. ¿Son irrepetibles?
—Sin duda. Estamos hablando de tres jugadores diferentes a todo lo que vimos. Borg, McEnroe, Lendl… Eran leyendas, y ahora estos tres los han duplicado o triplicado en cuanto a títulos se refiere. Y compartiendo época. Se han hecho mejores entre ellos. Me han quitado mucho, sí, es cierto (sonríe).
—Se habla de su fuerza mental y del escalón que no alcanzan las nuevas generaciones. ¿Cómo ve usted este debate desde su experiencia?
Conexión “Mi madre ya venía embarazada al torneo; le tengo mucho cariño”
—Es más simple, quizá. Creo que tenísticamente son mejores, aunque sean mentalmente muy buenos. Son jugadores, además, con una ambición desmedida. No es que la generación actual sea floja, todo lo contrario, son buenísimos, pero se han topado con algo inusual. —Usted hizo sus pinitos como entrenador con Alexander Zverev. ¿Cómo fue?
—Una muy buena experiencia, estuve muy a gusto. Pero llegó la pandemia, la familia estaba lejos… Y tenía también el trabajo del Godó. No descarto volver a hacerlo.
—¿Y ser el capitán de Davis? —Sí, por qué no, pero queda muy lejos. Tengo que pasar ese proceso. Llegará su momento. Durante toda mi vida me moví por sensaciones, tanto dentro como fuera de la pista. —Siempre se movió por sensaciones, dice. ¿Y cuáles le deja su carrera después?
—Me veo muy feliz con mi vida. Cuando recuerdo el tenista que fui me siento orgulloso, pero no lo echo de menos. Viví por y para el tenis. Ahora todo es más pausado y quiero aprender de otras cosas. Estaba al 99% metido en el tenis. Era una obsesión. Todos los buenos jugadores necesitan esa obsesión y pasión. No sé si destaqué o no, pero me vacié.