Reparto de
Un gol de Llorente en el descuento enfría la euforia del Madrid, pero no saca del coma al Atlético
Hay derbis que se llenan de goles y derbis que lo tienen todo aun sin ellos. Este, cuarto de la serie, segundo en la Liga, fue de estos. Contenido al principio, desatado al final, acabó en tablas por un gol en el último suspiro de Llorente, la maldición del ex. El marcador fue tan ajustado como los méritos de unos y otros. Un gol de Brahim, delantero entre virtuoso y espabilado que no estaba en el cartel, había tenido a un Madrid calculador durante muchos minutos por delante. Y esa obsesión por el control acabó condenándole al final. El punto libra al Atlético de la despedida pero no le saca del coma, aunque manda al Madrid el aviso de que la Liga es más larga de lo que parece.
Así son los derbis. Cualquier objeto animado o inanimado es sensible a la discusión: los árbitros, los vídeos, los comunicados, los pasillos de (des)honor o el techo del Bernabéu, artefacto retráctil útil para combatir el frío de fuera, amplificar los decibelios de dentro y sembrar la discordia en general. Esa polémica de acero inoxidable amenizó las horas previas de un partido que empezó muy ajustado a las previsiones: el Madrid se quedó la pelota y el Atlético se consoló con quitarle el espacio. Esa fue su obsesión, incluso cuando se conoció, minutos antes del comienzo, que Vinicius se quedaba fuera por una molestia cervical. Calentó Joselu y salió Brahim, quién sabe si por indecisión o por estrategia. Funcionó.
Fue el segundo contratiempo para Ancelotti. El primero se lo temía. El Madrid dejó suelto el cabo de los centrales en el mercado de invierno, no declaró la zona como catastrófica y, tras confirmarse la baja de Rüdiger, acabó jugándose el derbi con un lateral derecho y el cuarto de la fila en el eje de la defensa. Se va a hacer larga la espera por Militao. Cada balón aéreo sobre el área de Lunin encogió el corazón del Bernabéu.
Simeone no puso por delante la Copa, pero la tuvo en cuenta. Fue un equipo mayoritariamente titular, sí, pero sin su mejor marcador (Reinildo), sin su mejor ala (Samu Lino) y sin su centrocampista con más fuelle (Barrios). Los verán el once inicial del miércoles en el Metropolitano.
El equipo rojiblanco salió encogido, en actitud exageradamente preventiva, sometido a un Madrid con más posesión que progresión, pero que sacó un par de remates intencionados, de Brahim y Camavinga. Y cuando parecía sacudirse el dominio blanco, cuando había obligado a Lunin a sacar un remate cruzado de Morata, tras un buen pase de Griezmann, se vio por detrás en el marcador. Fue producto de una jugada confusa, con la pelota mareada en el área. Aquel pinball dejó el balón a pies de Brahim, que pasaba por ahí,