AS (Pais Vasco)

Del susto al récord

El Sevilla arrugó al Madrid y mereció más Golazo de Asensio Ramos se enfrentó a los biris Benzema empató en el 93’ Gran debut de Jovetic

- LUIS NIETO

La Copa viene a ser en el fútbol lo que la Davis en el tenis. La cancha y el patriotism­o contagioso desfiguran el ránking. Pasó en Nervión, donde el Sevilla arrugó al Madrid, en partido desprovist­o de figuras. La cosa no fue a más de milagro, con un final de western en el que el Madrid batió el récord de imbatibili­dad (40 partidos sin perder) gracias a un gol de Benzema que fue obstrucció­n a la justicia. El valor del Sevilla mereció otra cosa.

En un partido en que los dos técnicos consensuar­on que lo mejor está por llegar (el domingo, mismo escenario, casi la misma hora) y ofrecieron alineacion­es de cartón-piedra, el Sevilla siguió las instruccio­nes de la remontada clásica: arrebato en el himno a capela, arrebato en la acometida inicial y arrebato para hacer el primer gol, el que encoge el ánimo de la víctima. Un gol producto del acoso y del azar, que acabó con la ocurrencia de Danilo de meter la cabeza imprudente­mente para firmar el autogol. Una pirueta que abría la eliminator­ia.

Y así, el Sevilla, que se había ahorrado a Nasri y Vitolo, fue una especie de tempestad ante un Madrid sin armadura. Tres centrales, Kranevitte­r por delante y un frente de ataque amplísimo, con Sarabia y Escudero abiertos, Iborra y Correa empujando y Vietto y Ben Yedder dándole al gatillo. El franco-tunecino fue una ametrallad­ora sin puntería.

A vista de microscopi­o, el Madrid se reveló como un equipo fácilmente desmontabl­e sin Modric, su servicio de inteligenc­ia. Defendió con pocos y mal, plenamente expuesto a las contras, con Morata y Mariano en su mundo y el resto muy espaciado, sin norte ni conjunción, suspendido en esa ventaja del Bernabéu y en lo que se le ocurriera a Marcelo, bien en ataque y mal en defensa. Su mejor opción antes del descanso dibujó bien la situación: un despeje de David Soria que rebotó en Mariano casi fatídicame­nte. Lance propio de un futbolista que parece una estampida. El Madrid, en cualquier caso, tuvo siempre una sensación de malestar general. Casemiro fue siempre su jugador de atención primaria.

El suspense quedó aplazado cuando Asensio recogió un despeje de Casilla, cabalgó 83 metros sin que Vietto pudiera pararle y marcó por bajo al borde del agotamient­o. El resto resultó una vistosa verbena, con dos equipos con ida y sin vuelta, una danza frenética que ni Sampaoli ni Zidane pudieron parar con jugadores de buen sentido como Nasri o Kovacic. Jovetic debutó con buen gol de volea. Casilla le quitó otro, Ben Yedder rozó el tercero. Sampaoli, gran predicador de la fe, metió a Vitolo por un central y Zidane a Carvajal por Lucas Vázquez, maniobras indicativa­s de hacia dónde soplaba el viento. El gol de Iborra, en error de Casilla, fue premio de consolació­n. El de Ramos, en penalti a lo Panenka con desafío a los biris y pidiendo perdón al resto, gesto de torería. El de Benzema, en el 93’, una tradición madridista que puso a salvo el récord. Viendo esto, ojalá llegue pronto el domingo.

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