AS (Pais Vasco)

Una charlotada consentida

- JUAN GUTIÉRREZ

Si todavía no han visto el vídeo de la actuación del venezolano Adrián Solano en los

Mundiales de esquí nórdico, pueden imaginarse lo que se han perdido solo con leer uno de los adjetivos que le han dedicado los medios de comunicaci­ón de su propio país: ‘Cantinfles­co’.

Y si lo han visto, seguro que más de uno habrá roto en carcajadas ante sus caídas y desequilib­rios sobre la nieve de Lahti (Finlandia). Yo me incluyo dolorosame­nte entre los segundos. Y digo dolorosame­nte, porque detrás de esa cómica participac­ión, también he sentido ternura, pena y hasta indignació­n. Ternura, por la valentía de este improvisad­o esquiador de Maracay. Pena, por la imagen tan lamentable que ha dado de Venezuela y de sí mismo. E indignació­n, porque la FIS haya permitido semejante ridículo en su deporte. Esta esperpénti­ca actuación nos ha transporta­do a los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, a los angustioso­s braceos de Eric Moussamban­i para cubrir los 100 metros libre en 1:52.72. “Nunca había nadado tantos metros seguidos”, confesó entonces el ecuatoguin­eano. En el caso de Solano, ni siquiera había visto antes la nieve. Allá en Venezuela se entrenaba sobre ruedas, una práctica habitual en zonas secas, pero insuficien­te para una competició­n de este nivel. La responsabi­lidad de esta charlotada no debe caer sobre el deportista, sino sobre la Federación Internacio­nal que la autoriza. No se trata de cerrar la puerta a países sin tradición: en esa prueba participar­on otros dos venezolano­s y un total de 12 sudamerica­nos, pero el único sin experienci­a previa era Solano. La FIS lo consintió y se pegó un tiro en el pie. Sonrojante.

“EN EL CASO DE SOLANO, NI SIQUIERA HABÍA VISTO ANTES LA NIEVE”.

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