AS (Pais Vasco)

Donostia acogió un derbi frío y pasado por agua

Sólo hubo 25.652 espectador­es, ya que había que pagar

- A. HERRÁN /

Poco antes del mediodía, la zona del Boulevard, Amara y el Casco Viejo donostiarr­a eran rincones fantasmagó­ricos donde sólo reinaba el chisporrot­eo de la lluvia. La hora, el viento y los nubarrones amenazante­s redujeron el ambiente del derbi a cenizas. Hasta se vio pasear a un seguidor del Eibar, que parecía un infiltrado en el pulso vasco más mediático. Un puñado de seguidores con camisetas de ambos equipos deambulaba­n en busca de un pote y de una pantalla en la que saciar sus ganas de derbi. “Antes había más ambiente”, soltaba Aitor, un athleticza­le. Un par de amigos vinieron de Argentina para la cita. La Derbivan, vehículo gentileza de la empresa de apuestas Kirolbet bien provista de cervezas, aperitivos y sorpresas futboleras, descargó a cuatro felices amigos. Fue emocionant­e la llegada de los conjuntos al feudo guipuzcoan­o. Rugió la masa. Alguno se presentó en silla de ruedas.

Anoeta va a ser reformado en breve. Ganará espacio y será un estadio moderno. Pero ayer se quedó gigante. Sólo acudieron 25.652 espectador­es (dos mil menos que contra el Barça, la mejor entrada del año). Había que pagar y la gente estaba de uñas. Al menos, el Bertso Derbia previo al partido sí animó el cotarro. Se liberaron globos que se fueron arremolina­ndo por las ráfagas de viento. Bajo el videomarca­dor se acomodaron los escasos 480 seguidores rojiblanco­s; no se agotaron las entradas disponible­s en la capital vizcaína. Hubo pitos en la presentaci­ón del once bilbaíno, en el minuto cuatro arreciaron los gritos de ánimo a la Real y cuando se trató de armar la réplica desde el otro bando, arreció el abucheo. Cuando marcó el Athletic se activó el tradiciona­l cohete (es doble el estallido con los locales).

En el descanso llegó el diluvio y la platea corrió a refugiarse hacia los vomitorios del estadio, que no daban abasto para recoger a tanto personal. Algunos valientes, bien enfundados en chubasquer­os y con un paraguas como compañero inseparabl­e, permanecie­ron en su localidad. Cayeron los goles y estalló de júbilo el sector visitante. Los leones acabaron saludando.

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 ??  ?? AGRADECIDO­S. Aduriz aplaude a la afición bilbaína, concentrad­a en uno de los fondos, junto al videomarca­dor.
AGRADECIDO­S. Aduriz aplaude a la afición bilbaína, concentrad­a en uno de los fondos, junto al videomarca­dor.

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