El Mirandés se desangra ante un Huesca al alza
Doblete de Vinicius, que hundió al colista en el minuto 4
Clara y justa victoria la que sumó ayer el Huesca ante el Mirandés en Anduva. Los rojillos se hunden en la clasificación a costa de un rival que se aúpa a la zona noble. El gol tempranero de Vinicius no afectó al cuadro local, al menos durante quince minutos. Intentaba por banda con Guarrotxena crear superioridad, pero luego no había remate final ante Sergio Herrera. Mediada la primera parte el bloque aragonés empezó a coger el ritmo del choque y se adueño del balón. No había conexión con Urko Vera y los rojillos perdían fuelle. Llegaba el segundo gol visitante, obra de Carlos David al rematar solo un saque de esquina. Ocho minutos después se producía el primer cambio en los de Anduva. Salinas dejaba su puesto a Sangalli, aunque bien podía haber sido otro u otros dos los jugadores a reemplazar.
Noqueado el equipo de De los Mozos, intentó que la sangría no fuera a más. Pudo el Huesca haber finiquitado el choque en la primera parte, pero no acertó a marcar el tercero y le dio ciertas esperanzas a su rival. Samu Saiz mandó al poste un disparo desde la frontal y Melero no aprovechó la salida en falso de Roberto para superarle con una vaselina tras un saque de banda. El Mirandés era un auténtico manojo de nervios. Con el cambio lo que hizo Guarrotxena fue colocarse detrás de Urko Vera y el equipo de Anquela tuvo que fijar algo más alguna marca por el centro. Una jugada por la derecha que acabó en córner dio lugar al único gol local. El cabezazo del delantero vizcaíno antes del descanso sirvió para mantener viva la llama.
Todo igual. Pero ésta se apagó al inicio del segundo período. Roberto tenía que intervenir en dos ocasiones en los primeros diez minutos ante Ferreiro y Melero. Era cuestión de tiempo que el cuadro oscense anotara el tercero para encarrilar el partido. Vinicius aprovechaba un balón suelto tras un disparo del propio Ferreiro dentro del área. Luego llegaba la autoexpulsión de Eguaras en un momento delicado. En apenas siete minutos el jugador navarro veía dos tarjetas amarillas. Impotente el equipo burgalés tenía que remar en inferioridad numérica y con dos goles de desventaja. Sobraron prácticamente veinte minutos. Querer y no poder ante un contrario que se dedicó a tocar la pelota sin querer hacer más sangre.