AS (Sevilla)

Jorge Brazalez “Yo era un ‘9’ como Torres: ¡estaba enamorado de él!” “Vivía solo y no quería comer siempre espaguetis con chorizo”

- P. CAZÓN

Jorge Brazalez (Madrid, 1989), ganador de ‘Masterchef 5’, le define el gesto con el que se presentó al concurso: el arquero de Kiko. Exfutbolis­ta, jugó en la cantera del Atleti, generación Domínguez, De Gea y Camacho, y fue el primer español en el América de Cali. Lo revive con AS.

Ganó Masterchef 5 con el arquero de Kiko de bandera… —(Sonríe) Sí, sí. Los concursant­es teníamos que tener un gesto personaliz­ado que encajara con el perfil de cada uno y a mí se me ocurrió hacer el arquero. Encajaba con mi identidad de fútbol y también quise hacerle un guiño a la afición rojiblanca. —-¿Celebró alguno de sus goles así, con el arquero?

—¡Sí! Eso lo tuve bastante claro desde siempre. En mi experienci­a en Colombia, en el Cali, me surgió la idea. “El primer gol que marque va para el arquero”. Soy atlético, amigo de Kiko y en aquel debut hice dos goles... Hice el arquero en el primero... y también en el segundo. —¿Cómo empezó en el fútbol? ¿Tenía referencia­s familiares? —No, ninguna. Yo empecé jugando en las calles, con mis amigos, mi hermano y mis primos. —¿Y se jugaban Fantas de naranja, como hacía Kiko? —(Ríe) ¡Sí! ¡Fantas, chucherías y lo que se nos ocurriera! —Y siempre se las llevaba todas usted, ¿no?

—(Ríe) Sí, la verdad, aunque fuera el más pequeño. Mi hermano y mis primos, precisamen­te, desde chico me decían que tenía que meterme en un equipo y me apunté al del pueblo en el que vivía en Granada. A los doce años me fichó los Veteranos del Granada, como un filial del Granada, y estuve ahí hasta los 15, que me llamó el Atleti. —¿Siempre fue delantero? —Siempre, aunque también me gustaba jugar de mediapunta, pero los entrenador­es me solían utilizar, casi todos, de 9, por el juego aéreo, de espaldas… —¿Su mejor virtud?

—Creo que me asemejaba mucho, y me gustaba parecerme, a Fernando Torres. Ha sido mi gran ídolo en el fútbol. Era muy potente, con balones al espacio... —Entonces que el Atleti le llamara para su cantera sería... —Imagínate. Tenía tres ofertas pero cuando llegó la del Atleti ya no hubo más. Ni me lo pensé. Para mí estar en el mismo equipo en el que estaba Torres era más que mágico.

—¿Usted ya era del Atleti? —Sí, de siempre. Porque yo en realidad nací en Madrid, en el 12 de Octubre y, entonces, vivíamos en la zona de Antonio López, casi a los pies del Calderón… Toda mi familia madrileña es del Atleti. Y yo, aunque me fuera a Granada, siempre sentí muy adentro este club.

—¿En qué categoría entró? —Cadetes. Coincidí con Camacho, Domínguez, De Gea... Con todos guardo amistad. Con ellos, Nacho Martínez, hoy lateral del Rayo, Rubén Pérez, que estaba en el Granada, Atienza… Fue una buena hornada (sonríe). —¿De sus compañeros quién era el que mejores caracterís­ticas tenía? —Es una pregunta difícil, había muchos muy buenos. Camacho tenía un juego aéreo que no era normal a su edad; Domínguez, un ímpetu y una entrega destacadís­imas. De Gea, en cuanto a condicione­s físicas, se veía que iba a ser un porterazo: era ya increíble. —¿Con Koke coincidió?

—Era más pequeño pero subía a jugar con nosotros y ya se le veía…, uf, con una madurez increíble. Creo que, siempre, desde chico, ha jugado igual. Entonces tenía menos cuerpo pero ya se le veía que su estilo a la hora de pensar y decidir era mucho cante. Muy, muy bueno. —Usted estuvo dos años en la cantera del Atleti, pero no terminó de cuajar.

—Me faltó un poco de perseveran­cia. Vivía en la residencia, en Alcorcón, y mi representa­nte, Roberto Muñoz, me ha querido matar siempre. Me decía que no me lo tomaba del todo en serio. Y sí me lo tomaba, pero quizá es verdad que me faltó constancia. —¿Llegó a entrenarse alguna vez con el primer equipo? —Alguna vez, sí. Algún partidillo, con Aguirre. Estaba totalmente nervioso y a la vez ilusionado de hacer un rondo, aunque fuera con los más suplentes del primer equipo. Un equipo en el que estaba Torres, Agüero, en su primer año del Atleti... Estar en la misma ciudad deportiva, cruzártelo­s, era… Al final te acostumbra­s pero luego te das cuenta de que estuviste con futbolista­s de una categoría increíble.

—¿Se atrevió a pedirle alguna vez una foto a Torres? —¡Mejor! ¡Me dio unas botas! Fue porque al utillero del equipo, Alberto, le pedí que me consiguier­a algo suyo y él se lo dijo a Fernando, que aceptó. Un día nos cruzamos en la ciudad deportiva y, como ya estaba hablado, se quitó las botas que llevaba y me las dio. ¡Para mí eso es una reliquia increíble! Estaba enamorado, francament­e, de Torres. Su manera de jugar es increíble, ¡cómo me gustaba! El Kun también. Me subyugaba. —Después del Atleti pasa por Las Palmas, Puertollan­o o Gimnástica de Torrelaveg­a antes del América de Cali, Colombia. —Todo fue porque en el Atlético, en la residencia, coincidí con Salvador Suay, tutor y en ese momento mano derecha de Amorrortu. Años después, yo estaba jugando en el Linares, Tercera, a él le llamaron como director

Atleti “Llegué en Cadetes y coincidí con Camacho, Domínguez, De Gea...”

Reliquia “Una vez Torres me regaló sus botas... ¡Son mi mayor reliquia!”

deportivo del América y me llevó. La verdad es que salió muy bien, aunque al final se enturbiara. —¿Por qué?

—Fue muy fuerte, muy fuerte. El América se jugaba ante los Jaguares, su gran rival, el primer torneo de la segunda en Colombia y perdimos 4-1... Nos tuvieron que llevar en tanqueta blindada al hotel, imagínate la tensión. —Más allá de aquello, ¿qué fue para usted ser el primer español en jugar en el América de Cali? —Lo más que me llevo de aquello es haber vivido de repente una vida de futbolista profesiona­l. Allí sí que me lo tomé súper en serio y, entonces, pasé de jugar en España entre Segunda B y Tercera siempre, a pasar a esa categoría, en un equipo con esa dimensión para una ciudad como Cali, el América, con 50.000 personas en el estadio, era como estar en el Calderón, los mismos cánticos… Verte de repente en ese contexto fue muy fuerte.

—Dice siempre que le resulta duro decir que a sus 28 años es un exfutbolis­ta.

—Sí, la verdad es que me da un poco de lástima. Que ahí, con eso, yo tengo una espina bien grande clavada. Aunque he pasado página y creo que estoy en un momento muy dulce, en otra situación, sí es verdad que tengo un poco de dolor de no habérmelo tomado en serio porque podía haber hecho cosas en el fútbol, por mis condicione­s y modo de jugar.

—El salto a la cocina lo dio tras jugar en su último club, el Formentera, en 2015.

—Ese año fue importante, sí. Yo jugaba en el Formentera y, por primera vez, fuimos campeones de nuestro grupo en Tercera: la repercusió­n fue tremenda aunque después no se ascendió a Segunda B. Pero, entonces, casualidad, Miguel Sancho, uno de los dueños del Beso Beach, necesitaba una persona para su restaurant­e y, en una cena, salió mi nombre. Tuvimos una entrevista y me sentí en casa muy rápido. Desde entonces cada verano colaboro con ellos. Organizo la sala, recibo, siento a la gente. —¿Cómo era su relación con la cocina antes de Masterchef? —Pues de mucha inquietud siempre. Vivía solo y no quería hacerme los espaguetis con tomate de los estudiante­s (ríe). Así que fui evoluciona­ndo, mirando documental­es, y poco a poco, yendo a más. Parece que la gente no me tomaba en serio (sonríe), aunque yo sabía que tenía una inquietud importante, de sabores y paladar.

—¿Por qué se presentó al casting de ‘Masterchef 5’?

—Ya me había presentado al cuatro pero llegué fuera de plazo y me dije: “El año que viene lo intento de nuevo…”. Y salió, salió. —¿Se lo dijo a mucha gente? —No, no, por si salía o no. E, incluso, cuando me cogieron tampoco pude decirlo mucho porque la gracia es que sorprenda. —¿Su plato en el casting? —El primero que hice fue un tartar de cigala con higos. Fue en el casting de Madrid que, curioso, fue en el NH Manzanares, al lado del Calderón... Después el 18 de enero pasamos la prueba final y el 19 nos recogieron para llevarnos a la casa en la que estuvimos los tres meses siguientes, mientras se grabó el programa.

—¿Y cómo ha cambiado su vida desde aquel 18 de enero a ahora, seis meses después, quinto ganador de Masterchef?

—En realidad hace mucho tiempo que gané: fue el 21 de abril, ¡pero no podía compartirl­o con nadie (sonríe)!

—¿Quién lo sabía?

—Mis familiares que habían ido a la grabación de la final. Mis primos no sabían nada. Al final ya les mentía. Les decía que la final se grababa en directo (ríe), pero es que no podía desvelar nada y la gente quería saber. “¿Y quién gana? ¿Y quién gana?”.

—¿Y ahora qué?

—En octubre empiezo en el Basque Culinary Center, en Donosti, que me va a venir fenomenal para seguir formándome y potenciar más mi estilo y forma de cocinar. Para el futuro me gustaría tener un negocio de cocina donde no sólo estuviera en la cocina sino también fuera, un restaurant­e que se llamara Increíble. —¿En Madrid, Formentera, Granada? —¡No sé! Me gusta mucho Formentera. Es muy intenso y el verano allí es insustitui­ble. Pero Madrid tiene mucho encanto, vida, y al ser doce meses podría ser más factible. —¿Hubiera cambiado marcar un gol en un Calderón lleno por ganar Masterchef?

—Buffff. Es complicado. Las dos cosas son muy máximas. Marcar un gol en el Calderón lo he soñado más veces, estaba enfocado a ello, pero haber ganado Masterchef ha sido el mejor instante de mi vida. Si hubiera hecho ambas cosas no sé qué elegiría pero, de momento, me quedo con Masterchef... Lo otro no tuve la suerte de vivirlo.

América “Perdimos una final y tuvimos que ir al hotel en un tanque blindado”

Cocina

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