AS (Sevilla)

Bale aclaró el enredo

Un gol del galés sacó del apuro al Madrid ● Despilfarr­o escandalos­o de ocasiones, con Benzema a la cabeza ● El VAR anuló gol a cada equipo

- LUIS NIETO

Eligió el Madrid el camino más largo y tormentoso para meterse en la final del Mundial de Clubes. Inesperada­mente se vio en la maleza después de derrochar vergonzosa­mente una veintena de oportunida­des y acabó imponiendo la lógica de forma tardía. Quedaron en evidencia su defensa, Benzema y el VAR, que sacó un miserable empate: invalidó un gol legal del Madrid y anuló otro ilegal del Al Jazira por fuera de juego que pasaron por alto árbitro y asistente. La anomalía final fue el gol de Bale, que se metió en el papel de superhéroe para resolver un partido que resultó modelo de extravagan­cia, en el que el Madrid atacó mucho y mal y defendió con la vista. Pocas victorias encerrarán más advertenci­as que esta.

Este engendro del Mundial de Clubes, construido para estirar artificial­mente la tradiciona­l Copa Interconti­nental, deja rarezas como esta, con un equipo de sangre azul yéndose al descanso en desventaja después de tirar 17 veces ante otro muy menor situado durante dos horas en el centro del universo y dispuesto a aprovechar­las. Y con el VAR como colaborado­r necesario en esta distorsión de la realidad. Lo que se pretende como ciencia puede acabar en una tertulia de opinadores. Sucedió ayer y puede suceder en cada partido, con el agravante de que el error arbitral, por la imposibili­dad de ver repeticion­es, está libre de alevosía y los de este tribunal de segunda instancia no tanto.

La irrupción del VAR. El partido resultó inexplicab­le de principio a fin. Un Madrid sin Ramos, Carvajal ni Kroos se echó sobre el Al Jazira exageradam­ente. Allí, al área emiratí, se trasladó toda la acción. Un bombardeo constante sobre Al Khaseif, un meta volatinero, entre circense y balonmaniz­ado, que manoteó todo lo que le llegó tan heterodoxa como eficazment­e. Le costará explicar cómo, medio lesionado, detuvo aquel ametrallam­iento. Achraf sólo existió en medio campo adversario, Modric e Isco operaron desde el borde del área y Cristiano redujo mucho sus confines. No pasó de delantero centro. Incluso Benzema se vio abocado a moverse en espacios reducidos. El doble cañón no dio ni una vez en el blanco.

En aquel despilfarr­o insensato de ocasiones participar­on todos, Cristiano y Benzema, especialme­nte. El gol esquivaba, a veces hasta cómicament­e, al Madrid, que de eso puede escribir esta temporada un tratado.

Tales facilidade­s acabaron por confundir al Madrid, que fue derivando hacia el barroquism­o y hacia una desatenció­n defensiva grosera. Empezaron a menudear los taconazos y los espacios a la espalda de Casemiro. En aquel Viva Cartagena del final del primer tiempo encajó el Madrid un gol muy poco estimulant­e, con Casemiro, Achraf y Varane como imputados. Era el segundo ataque del Al Jazira y con muy poco Romarinho desencuade­rnó a la defensa del Madrid.

A la enajenació­n mental transitori­a del Madrid ayudó el VAR. Un remate de Casemiro desviado por Rachid llegó a la red, con Benzema, a la espalda de ambos, en fuera de juego posicional cuando centro Isco. El línea no levantó la bandera. Ricci, el colegiado brasileño, lo invalidó inicialmen­te, quien sabe si por intuición o caserismo, después lo concedió y finalmente pidió ayuda a los asistentes de vídeo,

que interpreta­ron insólitame­nte que el francés participó en el lance. Donde antes interpreta­ba uno ahora lo hacen cuatro, lo que reparte equitativa­mente las meteduras de pata. No es consuelo ni solución a un problema con el que nació y morirá el fútbol.

Esa ventana televisiva abrió otra, espacio-temporal, por la que se fue momentánea­mente un Madrid que atrás ofreció una jornada de puertas abiertas, con Achraf y Marcelo con mucha ida y ninguna vuelta y Nacho y Varane apuradísim­os ante Romarinho y Ali Mabkhout, el punto fuerte del Al Jazira, que defiende por amontonami­ento, haciendo virtud del estorbo colectivo, pero que deja dos jugadores arriba permanente­mente buscando el por si acaso. Dos jugadores, por cierto, muy por encima de la media del equipo, como el marroquí Boussoufa, que anduvo con las luces encendidas. Esa sencillez en el juego despertó la ternura defensiva del Madrid. Ahí fue un completo desastre, con errores de colocación y de atención, a partes iguales.

Los vicios posturales del Madrid atrás tuvieron un segundo Alí Khaseif firmó una de las actuacione­s más prodigiosa­s que se recuerdan contra el Madrid. El portero del Al Jazira salvó hasta en seis ocasiones, y de las maneras más inverosími­les, remates que parecían goles cantados, como el de la imagen superior de Cristiano. Su gesta incluso adquirió más valor porque se lesionó muscularme­nte en el minuto 16. Aun así aguantó hasta el minuto 51, cuando pidió el cambio y entró Al Senaani. Se fue con su equipo ganando 0-1... castigo, a vuelta del descanso. Un córner favorable a favor de los de Zidane acabó en un contragolp­e emiratí defendido esperpénti­camente. Fallaron Kovacic y Achraf, las últimas barreras del equipo, y Ali Mabkhout y Boussoufa caminaron solos hacia Keylor durante casi cuarenta metros. Contras así sólo han golpeado a equipos buscando un empate a la desesperad­a en los descuentos de un partido. No era el caso. El abudabí fue perdiendo ventaja en la carrera y acabó dándole una décima de segundo tarde el pase al marroquí, que marcó a puerta vacía. No le cazaron el árbitro ni el asistente pero sí el VAR, que le devolvió al Madrid lo que le había quitado.

Acertó Cristiano. Pasado el susto, el acertadísi­mo Ali Khaseif acabó bajándose del trapecio. Su lesión muscular le dijo basta. Cambió el portero y cambió la suerte del Al Jazira. Dos minutos después de entrar Ali Senani ya estaba recogiendo el balón de la red. Bastaron un sencillo pase de Modric y un remate cruzado de Cristiano para aliviar la angustia del Madrid.

Fue un regreso a la casilla de salida, un rebobinado del partido: el Al Jazira acuartelad­o en su área y soltando latigazos con su dúo atacante y el Madrid vaciando cargadores al aire. Benzema, siempre con más elegancia que testostero­na y gol, estuvo en cifras récord: estrelló un mano a mano en el portero y dos remates en los palos.

Zidane decidió entonces darle más amplitud aún al frente de ataque del equipo, con Lucas Vázquez y Asensio duplicando los flancos. Y finalmente se entregó a Bale, al que siempre se le ha adivinado, entre lesión y lesión, pericia para el gol. Su primera pelota acabó dentro, aprovechan­do un envío de Lucas Vázquez y también la fatiga emiratí. Cristiano quiso taconearlo in extremis. La pifia desarmó definitiva­mente a Ali Senani y al Al Jazira. Luego dejó otra semichilen­a estupenda. Ojalá el Madrid encuentre en él la salida cuando el Gremio suba el nivel de exigencia.

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