AS (Sevilla)

Mundialito, un nombre sospechoso

Los diminutivo­s pueden reflejar tamaño, afecto… o desprecio

- ÁLEX GRIJELMO

El diminutivo “Mundialito” causa cierta inquietud entre gentes del fútbol. Unos creen que no hay por qué reducir con ese sufijo la importanci­a de tal campeonato, puesto que se trata de un Mundial en toda regla. Otros opinan que simplement­e se designa con esa palabra un torneo de poca duración y de sólo siete equipos, y que por lo tanto cabe introducir la idea de reducción que implica el diminutivo. Y otros, en fin, consideran que es una forma de despreciar ese título.

Los diminutivo­s tienen sus peligros y sus ambivalenc­ias, en efecto. Casi siempre sirven para referir un tamaño reducido: mesilla, callecita, librito. En otras ocasiones expresan una proximidad emocional: “Me voy con mis amigos a tomar unas cañitas”, “vamos a hacernos una cenita”. Pero en ciertas situacione­s se usan, es verdad, como elemento despectivo: “Oye, deja de repetir tanto la cancioncit­a”.

Tal desprecio mediante el diminutivo se aplica de vez en cuando a nombres propios, y eso justificar­ía la sospecha de que el Mundial de Clubes haya sido denominado Mundialito con tal intención. Imaginemos que se llamase “Mundialito” cuando lo disputa el Real Madrid, y “Mundial” si lo juega el Barcelona.

La conversión de nombres propios en diminutivo­s se usa desde hace decenios con los apellidos en el mundo de la lidia para distinguir entre toreros a padres e hijos, o a los hermanos entre sí. Y siempre por voluntad propia. Pero en otras ocasiones se emplea para mostrar aversión. Así sucedía cuando Quevedo se refería a Góngora como “Gongorilla”, y Góngora llamaba a Lope de Vega “Lopillo”.

Ese uso de infravalor­ación se da también hoy en el lenguaje político. Por ejemplo, cuando algunos columnista­s llaman “Riverita” a Albert Rivera. Reproduzco algunos ejemplos reales tomados de la prensa: “Pero Riverita y su equipo necesitan marear la perdiz”. “Lo de Riverita está resultando espectacul­ar”. “Ahí es donde pesca este Riverita telegénico”.

Este poder injuriante procede, según escribió el filólogo Dámaso Alonso (18981990), del uso del diminutivo “con nombres propios de gentes y servidores de menor estado” cuando se reclamaba su atención, lo que expresaba “condescend­iente superiorid­ad”.

La intención de todo el que llame “Mundialito” al Mundial de Clubes resultará difícil de averiguar. Pero quizás conviniera, para no enturbiar el mensaje, que se escribiese la palabra con minúscula inicial: “mundialito”. Y así el autor se alejaría de los casos de Lopillo, Gongorilla y Riverita, entre otros, para reflejar la percepción de un tamaño en vez de dar pie a tamaña percepción.

Quevedo llamaba a Góngora “Gongorilla”, y éste a Lope de Vega “Lopillo”

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