AS (Sevilla)

Un rodillo llamado Eibar frena la mejoría sevillista

Orellana, genial ante un adversario pendiente de la Copa

- ANDER CURIEL

Partido en Ipurua que pasará a la historia, no apto para personas con problemas de corazón. El Eibar, más torpedo que equipo de fútbol, no le concedió al Sevilla ni un minuto de tregua. Cuarenta segundos le bastaron a Kike García para perforar la red de la portería de un Sergio Rico que comenzó el enfrentami­ento dubitativo. Un golazo fabricado y rematado por un hombre que está en racha tras despeje de su defensa. ¿Se la comió el portero? Lo que le faltaba. Luego tuvo manos blandas en una falta. Lo cierto es que le deja vendido una línea defensiva de cartón piedra.

Fue el guipuzcoan­o un bloque convertido en rodillo con y sin balón que se cebó con su rival sin piedad alguna. Un espectácul­o que mantuvo de pie a los aficionado­s de Ipurua durante prácticame­nte 90 minutos. Salió con las ideas muy claras y escribió un relato sublime. Montella volvió a su fase anterior tenebrosa: demostró su nulo conocimien­to de lo que es el estadio azulgrana y puso en liza a Pareja, que volvía tras mucho tiempo, y los nuevos Layún, Mesa y Sandro, que aún no saben por dónde les da el aire. Y algunos como N’Zonzi siguen de paseo.

La primera mitad tuvo un solo color: el armero. Tras el tanto inicial de Kike, el segundo, a manos de Orellana, llegó sin sorpresa alguna. El Sevilla seguía en los vestuarios. O tal vez pensando en la Copa. Sin embargo, un más que dudoso penalti por mano de Dani García en área propia derivó en un 2-1 que hizo despertar a los de Montella. Pareció ver la luz al final del túnel el Sevilla durante los minutos siguientes. Un mero espejismo. Ramis fue el encargado de meter la puntilla en el 31’ a un rival que volvía a quedar grogui sobre el césped. 3-1 al descanso y más que segura reprimenda del preparador italiano a sus jugadores.

Ni la lluvia ni el descanso fueron capaces de cambiarle el color al enfrentami­ento durante la segunda parte. El Sevilla, con la cabeza ya en el partido de Copa ante el Leganés, acabó pidiendo la hora ya en el 60’, cuando Orellana volvió a marcar para el equipo local.

El chileno es un fichaje descomunal. En el Celta y Valencia quería jugar de diez y ahora Mendilibar le ha animado a buscarse las habichuela­s como siete. Lo ha reflotado. Se soltó un partido de época. Cuesta abajo y sin frenos. Arbilla quiso entrar en el club de los goleadores y clavó una falta directa a la escuadra. Completó un manotazo de cuidado.

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UNA MANITA. Decepción máxima sevillista y festejo local tras marcar Arbilla el quinto tanto azulgrana, de falta.
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