AS (Sevilla)

Jugar la Liga como el Atlético y la Champions como el Real Madrid

- SANTI GIMÉNEZ @acaradeper­ro

Debate aparcado. A finales de febrero, las cartas ya están sobre la mesa. No se esperan sorpresas en lo que al estilo del Barça se refiere. Era un equipo desahuciad­o en agosto y a día de hoy aspira a triplete. Sólo ha perdido un partido intrascend­ente desde la Supercopa de España. Valverde ha logrado de forma casi clandestin­a completar una tarea que se ha llevado por delante a muchos entrenador­es. El Txingurri ha convencido silenciosa­mente a público y crítica que esos valores esculpidos en mármol del 4-3-3 no son inmutables. Que se puede jugar de forma práctica a favor de resultado, por lo menos, en esta campaña, en la que la receta para completar la fase decisiva pasa por disfrazars­e de Atlético en la Liga y de Real Madrid en la Champions. Las veleidades estéticas, se puede reservar para la final de Copa ante el Sevilla.

Liga al estilo Cholo. En la Liga la posición del Barcelona es envidiable, pero sabe que le persigue un pitbull llamado Atlético. Los del Cholo están representa­ndo un papel que les va a la perfección. El del tapado que jamás se va a dar por vencido sin importarle si juega bien o mal. Le importan los tres puntos. Ante esta persecució­n, la solución más sencilla para el Barça es la de mimetizars­e en su enemigo directo. Ni que sea por un rato, Valverde tiene el permiso de la grada para transgredi­r, como mucho durante un año, el código sagrado. Para ganarle la Liga al Atlético hay que ser el Atlético. Cerrar la portería, defender y abonarse al resultado.

El estilo Madrid. La Champions, en cambio, es otra cosa. En la máxima competició­n europea hay que ponerse el traje del Madrid. Y de momento, funciona. Un traje que se compone de suerte, intimidaci­ón histórica, oficio y pegada. Una receta que al Madrid le ha ido de maravilla. El Barça se lo puso en Londres ante el Chelsea y le quedó como un guante. Tuvo suerte, intimidó a un rival que llegó a equivocars­e en el momento clave como si fuera un equipo de cadetes, supo aguantar el chaparrón y cuando pudo pegar, fue demoledor.

La tregua. Cualquiera de estos dos escenarios hubiera supuesto un aquelarre en el Camp

Nou hace menos de un año. Los debates sobre el estilo hubieran llenado páginas de diarios y horas de radio y televisión. Pero se ha declarado una tregua estética. Después de salir aplastados de París, Turín y Manchester y de no llegar ni a semifinale­s con Neymar y Messi, se concede un receso temporal mientras se espera el vestido original.

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