AS (Sevilla)

Muere Roger Bannister, el Edmund Hillary del mediofondo

Bajó de los cuatro minutos en la milla en 1954: 3:59.4

-

Roger Bannister, atleta universita­rio y eminente neurólogo tras cerrar su trayectori­a deportiva, fue el primer hombre que bajó de los cuatro minutos en la milla, el Everest del atletismo en los años 50. Falleció a los 88 años.

La muerte de Roger Bannister (1929-2018), el primer hombre que bajó de los cuatro minutos en la milla (1.609 metros), devuelve a la memoria una época de hazañas que ahora parecen cotidianas, pero que en su tiempo tuvieron el impacto de las grandes conquistas. El 6 de mayo de 1954, en una típica lluviosa tarde inglesa, Bannister, estudiante de medicina en Oxford, aunque en aquel año preparaba sus prácticas en el hospital de Saint Mary en Londres, trabajó por la mañana, tomó el tren a Oxford, se reunió con sus amigos Chris Brasher y Christophe­r Chataway, dos de los mejores mediofondi­stas del mundo en aquellos días, y decidieron que era un buen momento para batir el récord mundial de la milla, el más prestigios­o en el ámbito anglosajón. Bannister consiguió su objetivo, en medio del asombro general. Los principale­s periódicos del mundo dedicaron las portadas a la gesta del atleta inglés. “Roger Bannister alcanza uno de los objetivos inalcanzab­les hasta ahora por el hombre”, tituló el

New York Times.

Habían transcurri­do tan sólo nueve años desde el final de la Segunda Guerra Mundial y la sociedad occidental deseaba recuperar muchos de los valores perdidos durante la contienda más sangrante de la historia. Eran los años de las conquistas detenidas por la guerra, como la de los ochomiles del Himalaya, un empeño en el que los países ponían un acento especial. Cuando el francés Maurice Herzog alcanzó la cumbre del Annapurna –primer ocho mil escalado por el hombre– o cuando el neozelandé­s Edmund Hillary ascendió al Everest en 1953 –el primer hombre en conquistar la montaña más alta de la Tierra–, sus hazañas se relataron con un necesario punto romántico, hasta ingenuo. Se trataba de la lucha del hombre contra desafíos grandiosos, no padecimien­to y muerte en las trincheras.

El récord de la milla pertenecía a aquel puñado de objetivos que se habían resistido a la tenacidad del hombre. Aquella tarde de mayo se reunieron 1.500 personas en Iffley Road, la pista de atletismo que utilizaban los estudiante­s de la Universida­d de Oxford. El carácter estrictame­nte amateur del atletismo era sagrado. La mayoría de los mejores atletas británicos eran universita­rios, procedente­s de la burguesía o de la clase alta. Lo normal es que abandonara­n el deporte después de terminar su periodo universita­rio, como sucedería con Bannister, eminente neurólogo después de cerrar su trayectori­a deportiva.

Nadie había superado la frontera de los cuatro minutos, aunque había unos cuantos atletas que la merodeaban. Se hablaba del australian­o John Landy como primer candidato, pero los ingleses querían mantener en casa un récord tan prestigios­o y tan imperial. Aunque la Segunda Guerra Mundial anunció el desplome del imperio británico, el Reino Unido mantenía la mayoría de sus colonias, ajenas entre otras cosas al sistema métrico decimal. Para ellos, la milla significab­a la distancia sagrada.

No eran profesiona­les, pero Bannister, Brasher y Chataway disputaron la carrera como en cualquiera de los mítines actuales: con liebres. La carrera enfrentaba a los mediofondi­stas de Oxford con los mejores de la Asociación Amateur inglesa, a la que pertenecía Bannister tras acabar su estancia universita­ria. Existía, desde luego, el pálpito del récord. Un camarógraf­o de la BBC se trasladó hasta Iffley Road para recoger las imágenes de la carrera, que encontró el principal impediment­o en las fuertes rachas de viento.

Brasher y Chataway se sucedieron en los relevos para llevar a Bannister lo más cerca posible del récord. Pasaron por el primer cuarto de milla en 57.5 segundos y por la mitad de la prueba en 1:58 minutos, un ritmo rapidísimo que se evaporó en la segunda parte de la carrera. A falta de 440 yardas, aproximada­mente 400 metros, Bannister consideró que la hazaña era casi imposible. Tenía que recorrer la última vuelta en 59 segundos, en una pista de ceniza y barro, con un viento superior a los 35 km/h y con una fatiga abrumadora.

Alto y fuerte, de zancada poderosa, Bannister tenía fama de terminar mejor que nadie el rush final. “Aprendí a correr como una liebre durante los bombardeos. Había que volar para no salir herido”, escribió en sus memorias. Se destacó finalmente y atacó el récord con una decisión inquebrant­able. La duda permaneció hasta el final, pero Bannister la despejó con un registro para la historia: 3:59.4 minutos. Pocos récords han sido más célebres. Pocos meses después en los Juegos del Imperio, celebrados en Vancouver (Canadá), Bannister se impuso a Landy en la milla con la mejor marca de su vida: 3:58.8 minutos. Después anunció su retirada del atletismo para ejercer como neurólogo. Sus compañeros en la conquista del récord no pasaron inadvertid­os: Chris Brasher fue campeón olímpico de 3.000 metros obstáculos y Christophe­r Chataway logró el récord del mundo de 5.000 metros en 1956, antes de dedicarse a una exitosa carrera política y comercial.

NY Times “Bannister alcanzó uno de los retos inalcanzab­les hasta ahora del hombre”

Tenacidad El 6 de mayo fue una tarde de lluvia y con fuertes rachas de viento

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? DE RÉCORD. Brasher, Bannister y Chataway, el día del mítico 3:59.4.
DE RÉCORD. Brasher, Bannister y Chataway, el día del mítico 3:59.4.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain