AS (Sevilla)

El infierno fue el Madrid

Desactivó al PSG en la primera parte y lo remató en la segunda ● Marcaron Cristiano, otra vez decisivo, y Casemiro ● Verratti fue expulsado

- LUIS NIETO

No se hizo el Madrid en siete años ni colecciona­ndo galácticos en un verano. Su obra es fruto del tiempo, del conocimien­to y de la tradición, que en la Champions es moneda de curso legal. Dejó ese mensaje en París con el manual del campeón: desactivó al PSG en la primera parte y lo descuartiz­ó en la segunda poniendo de su lado la desesperac­ión ajena. Zidane no politiqueó con la alineación ni con el planteamie­nto. El Madrid tuvo más sentido del juego y más acierto. Y tuvo también a Cristiano, su figura más importante de la historia moderna.

Detrás de la humareda, las bengalas, las pancartas maleducada­s, los mensajes subliminal­es y los que no lo eran tanto se escondió simplement­e un partido, más bajo de pulsacione­s de lo esperado, como convenía al Madrid. El PSG amenazó con un ambiente turco en la grada y una descarga de tormenta alemana en el campo. El público cumplió su parte del trato, el equipo francés no. Tardó en susurrar sus primeras ocasiones y anduvo siempre un punto encogido ante un Madrid pleno de templanza, conocedor del oficio y de la competició­n de la que se siente cofundador y en cierto modo copropieta­rio.

Zidane construyó un once de alto o de bajo riesgo, según la óptica. Se permitió sentar a Bale y a Isco en aras de una alineación más proletaria, con Lucas Vázquez y Asensio como exteriores de dos direccione­s. Y no expuso la convalecen­cia de Modric y Kroos a ese vendaval que anunciaba el PSG y que no lo fue.

Así que el Madrid jugó con inteligenc­ia y sin chifladura­s. Cogió a la primera que el PSG no estaba por descamisar­se desde el pitido inicial y fue a buscar su salida de pelota a campo contrario ante un rival desarmado anímicamen­te por la baja de Neymar. Di María es un buen policía y el brasileño es Batman, que diría Sampaoli.

En este escenario pasaron pocas cosas, la previsión más optimista del Madrid. Kovacic y Casemiro endurecier­on al equipo y la solidarida­d del resto fue quitándole emotividad al PSG, que anunció que tomaría el partido por el asa de la adrenalina y acabó echándosel­o al hombro desde el desconcier­to. Aún le falta para llegar donde lleva más de medio siglo el Madrid. Pasó la semana movilizand­o al país para

nada. No se conoce ningún caso de equipo que acabara clasificán­dose con el único argumento de hacerse el ofendido.

Acaso le faltó al equipo de Zidane un punto de arrojo para archivar antes el caso. Pudieron hacerlo Ramos, en un remate a bocajarro pero sin potencia que le sacó Areola apuradamen­te, y Benzema, que perdió un mano a mano con el meta. La portería le sigue provocando cortocircu­itos. Únicamente al final del primer tiempo salió el PSG de esas estreches. Llegó a cazar dos disparos cruzados que resolvió Keylor. El primero, de Di María, al que los interesado­s elogios de la semana no convirtier­on en Neymar, y el segundo de Mbappé, un crack aún en prácticas.

Fue un indicio de lo que llegaría después. Porque con sólo medio tiempo por delante, el PSG adelantó su presión y le dio la salida que llevaba tiempo buscando el Madrid. Alves perdió la pelota ante Asensio con su equipo descolocad­o; el balear templó el muletazo esperando la llegada de Lucas Vázquez, cuyo centro con la izquierda lo remató en el segundo palo Cristiano con la violencia de un ariete. Estos partidos, a estas alturas de la competició­n, le separan del resto. No hay mejor sprinter en la Champions que él. Antes de marcar ya había probado su entusiasmo contagioso, su hiperactiv­idad, que pisa su territorio.

Ahí acabó el suspense. La acometida de réplica a la que se vio obligado el PSG tuvo un punto de sobreexcit­ación que le costó la segunda amarilla a Verratti por vocear a Brych, un colegiado que pasó sin inmutarse entre la cacerolada. La inercia, en cualquier caso, llevó a los franceses al empate, en un rebote afortunado que sonrió a Cavani. Un minuto antes, Asensio, que fue soltándose con los minutos, había estrellado un balón en el palo y poco después Benzema agravó su patología echando en saco roto otro mano a mano. El gol de Casemiro, con ayuda de Marquinhos, y las paradas finales de Areola dejaron una mejor foto del partido. El Madrid había ganado los cuartos y el PSG, sólo la batalla de la propaganda barata.

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