Cuidado con el pío-pío de Castro
Viajó la expedición del
Sevilla con dudas respecto a la alineación (sobre todo en defensa) y un estado de cautela rayano con la jindama que este enviado especial intuye muy diferente a aquellas no tan lejanas noches europeas del “ganamos sí o sí” de Del Nido o el “otra vez; sí, otra vez” de José Castro. Pero ojo: con esa guasa tan retorcida que envuelve las cosas de la rivalidad sevillana, desde la otra orilla de la ciudad se difundió la especie mantra de que al actual presidente le acompaña el “buen bajío” gracias a cierta magia que invoca en unas gallinas negras autóctonas de su pueblo natal, Utrera. Lejos de ocultarlo, Castro alardea de ese curioso poder. “Pío, pío”, dice disimulamente cuando se le pregunta por las ya famosas aves. “Pío, pío”, susurró ayer por los pasillos del avión camino a Manchester...
Así que no descarten al Sevilla. Queda la magia ¿negra? de una década de “pío, pío” con Mbiazo al Valencia, Palopazo al Shakhtar Donetsk y otro sinfín de goles milagrosos cuando todo parecía más que perdido. Queda, blanquirroja, la fe en un grupo que salió del Wanda con las semifinales de Copa del Rey en el bolsillo; en unos futbolistas que con Montella han dado grandes ratos de fútbol matizado por una adicción tremenda a tirarle al muñeco y por fallos defensivos más propios de equipos que miran a Segunda
División, no a la final de Kiev.
Pero en eso, en Kiev, habría que ponerse a pensar ya si al Sevilla le da por hacer la gracia y se mete 60 años después en los cuartos de final de la Copa de Europa tras conquistar el
Teatro de los Sueños. Así que sueña, Sevilla. Hasta el pío-pío y más allá.