Sin Europa no hay paraíso
Eliminar al tremendo Bayern y hacerlo además después de haber perdido en el Sánchez Pizjuán es el-más-difícil-todavía-casi-imposible de un equipo acostumbrado a las gestas pero también a cierta estabilidad de resultados que ahora vive a contraluz, montado en una
Montaña Rusa. Este Sevilla recibió merecidos almohadillazos con Berizzo, ha olido a Puerta Grande en algunos momentos de Montella y puede acabar la temporada a hombros o corneado mientras se arrima al toro en citas como la del Allianz Arena. Lo del Bayern significará seguramente una primera embestida, pero pase lo que pase el equipo de Nervión deberá rehacerse y pensar que el sábado ante el
Villarreal tiene que sacar los tres puntos sí o sí. Champions y Copa aparte, si no se queda entre los 7 primeros de la clasificación (o no se gana en Kiev y/o al Barcelona) la temporada acabaría en rotundo fracaso. Sin Europa no hay paraíso.
El fracaso se llevaría por delante a Montella muy probablemente y acabaría con Óscar Arias, dicho esto con total seguridad. Porque aunque la campaña pueda acabar todavía con algún alegrón grande, el trabajo del sustituto de Monchi ha tenido en su primer capítulo muchas más sombras que luces. A la equivocación y cambio en el banquillo ha seguido el descubrimiento de que casi ningún fichaje veraniego o invernal, salvo aquellos que venían ya cantados de Banega y Navas, ha rendido lo que prometía o costó. El Sevilla ha tirado de la calidad de esos dos hijos pródigos y de la que había ya con Nzonzi, Mudo, Sarabia o Lenglet. Y ha hecho aguas delante y detrás, ahí está la tremenda renta negativa de goles (-11) en Liga. No soy de los que dicen que hay destituir a Arias: si no están seguros de traer algo mejor, dénle un año más. Pero el onubense ya no tendrá excusas: se le han terminado este año, acabe como acabe.