Colorín colorado

“...era una caldera que hervía al intenso fuego del sueño de la remontada. Ya en el estadio, ni los decibelios de la megafonía y sus canciones horteras hizo que los sevillistas enmudecieran”.

Adiós. El Sevilla se despidió de la Champions League, quién sabe hasta cuando, pues el sueño de la remontada no se consumó. Hubo momentos en los que se creyó, en los que el miedo sobrevoló el Allianz Arena, pero la suerte, esa suerte a la que muchos achacaban los éxitos de antaño, fue más que esquiva. Es imposible remontar a un rival tan superior como el Bayern sin que la diosa Fortuna te guiñe el ojo. Y al Sevilla no le sopló el viento a favor en la noche que más falta le hacía.

Afición. El sevillismo tomó Múnich desde primera hora y pronto se enteraron los alemanes de lo que les esperaba. La Marienplatz era una caldera que hervía al intenso fuego del sueño de la remontada. Ya en el estadio, ni los decibelios de la megafonía y sus canciones horteras hizo que los sevillistas enmudecieran. Todo lo contrario, ya que hubo fases en la que los alemanes se olvidaron del partido para grabar con su móviles los cánticos del enemigo. Tras las odiseas de vuelos cancelados, el sevillismo se marchó con su orgullo intacto.

Arbitraje. Es la Champions, es el Bayern y es el Allianz Arena. Desde el primer minuto los alemanes apretaron al escocés Collum por lo que estimaron debió ser expulsión de Mercado. Pero desde ese momento, el arbitraje fue a favor de corriente. Las faltas del Bayern no eran señaladas y las faltitas del Sevilla sí. No se sabe qué más debieron hacer Rafinha oel navarro Javi Martínez para ser amonestados.

Revancha. En el horizonte aparece ahora una final de Copa del Rey en la que desde Barcelona se da por derrotados a los de Nervión. Se anuncia la venganza de Messi tras el fracaso culé en la Champions. También el Bayern minusvaloró al Sevilla y tuvo que sudar tinta para eliminarlo. La receta debe ser la misma en diez días.