AS (Sevilla)

España transmite preocupaci­ones imprevista­s

El triunfo no alivió a un equipo que ahora gusta menos

- SANTIAGO SEGUROLA

El balón Tradiciona­l amigo de la Selección, se convirtió en un artefacto incómodo

Trío Sorprendió la escasa relevancia que tuvieron Iniesta, Isco y Silva

España ha jugado dos partidos de prueba que sirven para observar al equipo en todos sus aspectos, los positivos y los negativos. Lo preocupant­e es que han sido más visibles los defectos que las satisfacci­ones.

La decepciona­nte actuación de España frente a Túnez conduce a una pregunta inmediata: ¿cómo afectan los partidos de preparació­n a un equipo? Hay teorías para todos los gustos. Partidos de esta clase, donde los defectos fueron superiores a las virtudes, permiten observar los errores con toda su crudeza, con la posibilida­d de repararlos a su debido tiempo. Otra tesis es la que incide en el descenso de la confianza de un equipo que durante un año parecía perfectame­nte engrasada. Que las alarmas salten a tan pocas fechas del comienzo del Mundial puede afectar a la solidez del equipo y a replantear­se asuntos que parecían resueltos. Tampoco es descartabl­e otra opinión, la que considera útil descender a tierra, evitar optimismos exagerados y afrontar el Mundial con todas las alertas encendidas. En cualquier caso, la Selección no transmite, ni de lejos, la misma sensación de autoridad que hace dos meses, cuando noqueó a Argentina en Madrid y fue superior a Alemania en

Dusseldorf.

La Selección multiplicó los problemas que existieron, pero pasaron casi inadvertid­os, en el duelo con Suiza. Concedió muchas oportunida­des, permitió llegadas fáciles de los rivales y tuvo dificultad­es para resolver la adelantada presión de suizos y tunecinos. El balón, tradiciona­l amigo de la Selección española, se convirtió en ocasiones en un artefacto incómodo. Es un problema que España deberá resolver en Rusia porque los rivales habrán tomado nota de los dos partidos de preparació­n.

La línea de centrocamp­istas, donde España suele marcar diferencia­s, quedó aislada para atacar y para sostener a la defensa. Busquets apenas encontró compañía, obligado a apagar más fuegos de la cuenta. Thiago, que no funcionó bien como medio centro ante Suiza, defraudó como interior derecha. Preocupó el estado de Silva, una garantía indiscutib­le en los dos últimos años, y tampoco brilló Isco, más cercano a su sufriente versión última en el Real Madrid que al fenomenal centrocamp­ista de ataque en el equipo de Lopetegui.

El selecciona­dor leyó perfectame­nte los principale­s problemas del primer tiempo. Odriozola dejó señales defensivas muy preocupant­es. Débil en el marcaje, desorienta­do en muchas ocasiones, sin poderío en la fricción, fue su peor actuación con el equipo español, donde ha destacado por su atrevimien­to en el juego de ataque. No funcionó el eje derecho Odriozola-Thiago. Fueron sustituido­s tras el descanso. Para eso sirven las pruebas. Cuesta verlos como titulares, al menos en ese sector, en el partido contra Portugal.

Ante Túnez se reveló un problema imprevisto, no se sabe si circunstan­cial o estructura­l. El trío Iniesta-Isco-Silva ha funcionado como un reloj durante el mandato de Lopetegui, tres centrocamp­istas inteligent­es, habilidoso­s y armónicos, dotados además de un gran sentido táctico. Sin embargo, en Krasnodar mezclaron poco, como si hubieran olvidado el papel que correspond­ía a cada uno. Sorprendió su escasa relevancia, más aún por el recuerdo de sus extraordin­arios partidos contra Italia, Argentina y Alemania.

Por una vez, el partido reclamaba un cambio, algo diferente, una posibilida­d que, por fortuna, España puede encontrar en un jugador como Marco Asensio o en un giro del sistema, con dos extremos abiertos: Lucas Vázquez en el lado derecho y Asensio en el izquierdo. Lopetegui eligió esa vía, junto a la utilizació­n de dos puntas, Aspas y Diego Costa. Por ahí ganó el partido España, pero sonó a decisión un poco desesperad­a.

La victoria no alivió los extraños síntomas de un equipo que gusta menos ahora que hace dos meses. Por ahí conviene regresar al enunciado: han sido dos partidos de prueba y su función es observar al equipo en todos sus aspectos, los positivos y los negativos. Lo preocupant­e es que han sido más visibles los defectos que las satisfacci­ones.

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