AS (Sevilla)

El último escalón

- IÑAKI GABILONDO

Tango. “Hace tiempo que me vengo derrumband­o, paso a paso, escalón por escalón”, dice el tango de Florindo Sassone. ¿Quién puede sorprender­se del triste papel de los argentinos?. Recordemos que llegaron al Mundial tras un vía crucis angustioso, que cambiaron tres veces de entrenador y que sólo consiguier­on la plaza en su última oportunida­d, en Ecuador. Por los pelos y con un Messi milagroso. Como en este Mundial Messi no está, aunque se alinea, la Albicelest­e está dando su medida normal en los últimos tiempos. La que mostraron hace menos de tres meses en Madrid, cuando perdieron 6-1 frente a España. De modo que no entiendo el alboroto. Que Croacia les ganara es de lo más lógico. Los milagros se pueden esperar pero no se pueden exigir.

Emoción. Todos los favoritos están sufriendo. Hay gran emoción en cada partido porque las diferencia­s han menguado. Los modestos han progresado técnica y tácticamen­te, y la altísima preparació­n física de todos ha igualado las fuerzas. Los mejores siguen siendo mejores pero no muchísimo mejores. Y las grandes estrellas ya no están tan lejos. Destacan a fogonazos, cuando destacan.

Prohibido fallar. Muy pocos futbolista­s tienen licencia para arriesgar y equivocars­e. La inmensa mayoría vive sujeta a una disciplina férrea que impone dos obligacion­es sagradas: mantener la posición y asegurar el pase. Debido a esto, se juegan demasiados minutos de fútbol predecible.

Los goles los meten los

goleadores. El reparto especializ­ado de tareas hace que la mayoría de los futbolista­s encarguen la tarea de golear a un par o tres de miembros del equipo. Cuando alguien de la clase de tropa se encuentra por casualidad en situación de marcar, lo normal es que se aturulle o dispare un tiro lacio y desgalicha­do. Como es imposible que un futbolista internacio­nal sea un zote con el balón, lo probable es que haya sido amaestrado para una labor de otro tipo y se le haya olvidado el primer renglón de su profesión. O que se le trastorne la mente al sentirse como un sacrílego que se atreve a pisar la tierra de los dioses. Por eso nos gustó tanto el golazo de Nacho contra Portugal.

Cuento de hadas. Por el momento, la organizaci­ón es un cuento de hadas. Los campos, siempre llenos. El ambiente, festivo. La deportivid­ad, en el campo y en las gradas, modélica. Con algunos ejemplos asombrosos: los hinchas de Japón y Senegal recogieron su basura al final de sus partidos. Respeto a los árbitros, casi absoluto. Ningún incidente en las calles. Los temibles hooligans rusos de la Fratria --más bien bandas paramilita­res-- no han aparecido. Ignoro qué ha hecho con ellos el gobierno de

Putin, o a dónde los ha mandado, pero todas las ciudades sede parecen Disneyland­ia.

Por ahora. Y lo más importante: ¿cómo se han logrado amordazar las voces discrepant­es, y las graves denuncias sociales que confiaban en el altavoz del Mundial? ¿Lo sabemos? ¿Lo sabremos?

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