AS (Sevilla)

Triple de Sagan

Ganó el sprint y sumó su tercer triunfo ● Hoy se llega a Mende

- JUAN GUTIÉRREZ

Tras la criba de los Alpes, no sobreviven sprinters puros, pero aún permanece un ciclista que es mucho más que un sprinter. Peter Sagan. Suya fue la 13ª etapa. Y ya lleva tres.

Cuando se acuñó la expresión de ‘etapa de transición’, segurament­e se inspiró en una jornada como la de ayer, con un trazado sin altas cotas, que enlaza unas cordillera­s con otras, días de batallas montañosas con otros que pretenden serlo. Después del duro paso por los Alpes, el pelotón rodó hacia Valence, antes de encarar un fin de semana por el Macizo Central.

En estas etapas, el guion incorpora una escapada consentida, mientras los ejércitos se recuperan de combates pasados y se rearman para los siguientes. No hay que confundir estos días con esos otros de la semana inicial. Cuando el Tour arranca, los mejores ciclistas del planeta ruedan frescos, todos quieren comerse el mundo, entrar por embudos donde no caben a la vez… Al mínimo olfateo del viento hay equipos que quiebran el pelotón, al mínimo olfateo de un sprint se anima una decena de lobos hambriento­s… Hay fuerzas, ganas, nervios, sueños, cortes, caídas… Y partes médicos.

Ayer tocaba fuga permitida y descanso activo. Eso marcaba ese código no escrito del ciclismo. Pero mira tú que el deporte siempre improvisa nuevos senderos. A la jornada se llegó sin apenas velocistas de prestigio, descolgado­s por las rampas alpinas. Ya no estaban Gaviria, ganador de dos etapas; ni Groenewege­n, vencedor de otras dos; ni Greipel, Cavendish y Kittel, ampliament­e laureados en otras ediciones. Ni tres de sus lanzadores: Renshaw, Sieberg y Zabel. Su ausencia debería haber favorecido a los ‘cazaetapas’, pero sucedió todo lo contrario.

La fuga y De Gendt. Hubo escapada, sí. Ahí se metió el de siempre: De Gendt, ese belga que prefiere ir fugado que en pelotón. Junto a él rodaron Scully, Schär y Claeys. Pero mira tú, decíamos, que la baja de los mejores sprinters animó a otros sprinters que en escenarios anteriores habrían gozado de menos opciones. El Groupama-FDJ quería jugar la carta de Dèmare. Y tiró la fuga abajo. Si esto fuera poco, el viento amenazó a 30 kilómetros. Los cuerpos de élite asomaron arriba, con el Sky al frente. Esta vez había poca energía para despedazar el grupo. Fue un movimiento defensivo.

Pero el pelotón no paró. Qué va. Durante la transición se rodó a vivo ritmo y no hubo piedad para los aventurero­s. Sólo ha llegado una fuga en este Tour: Alaphilipp­e. Y ya hemos cubierto trece etapas. Gilbert probó en el último kilómetro. No es la primera vez. Pero no se había organizado la cacería para perder la presa bajo la flamme rouge. Dèmare llegó en la situación deseada. O casi. El lanzador le dejó algo lejos. La falta de costumbre. Con espacio suficiente para que le remontaran otros dos misiles: Sagan y Kristoff. Los sprinters crecen como setas.

Con Sagan triplement­e coronado, camino de su sexto maillot verde, llega un nuevo cambio de escenario. Hoy espera Mende. Otra vez los jefes al frente. Si no progresa una escapada, será una buena oportunida­d para Valverde. ¿Por qué no?

Mientras todo esto pasó, el debate giraba en torno al comportami­ento del público en el Alpe d’Huez: el empujón a Froome, el derribo de Nibali, las bengalas... El Tour tiene trabajo para garantizar la seguridad. A la foto de esta página me remito.

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INSÓLITO. Una persona saltó en plena recta de meta justo cuando llegaban los corredores lanzados. Su objetivo era retirar un globo que podía provocar un accidente en el sprint.
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