AS (Sevilla)

Fuera los energúmeno­s del ciclismo

- SANTI BLANCO

Lo vivido el pasado jueves en la ascensión final al Alpe d’Huez volvió a abrir el eterno debate de la seguridad en el ciclismo. No hay duda de que el aficionado es parte del espectácul­o, pero hay límites que no se pueden sobrepasar. La gente está en su derecho de mostrar su disconform­idad hacia Froome o hacia cualquier otro, pero hay formas y formas. Recuerdo aquel año 1998 con el caso Festina en el que nos retiramos todos los equipos españoles del Tour. En una etapa en los Alpes, pactamos ir todos más despacio como protesta, el trato que recibimos por parte de los aficionado­s fue deleznable, insultos, puñetazos... una de mis peores experienci­as encima de la bicicleta. El aficionado que golpeó a Froome en plena subida y otros tantos que han protagoniz­ado numerosos incidentes (no nos olvidemos de las bengalas, que no pintan nada) son energúmeno­s que tratan de cargarse el espectácul­o.

Un problema que esperemos que sea puntual y no lo veamos más por el bien del ciclismo y para que el aficionado que va a las grandes vueltas no empiece a ser considerad­o un hooligan, y no un mero espectador, como debería de ser, a mí por lo menos no se me ocurriría ir a una etapa a eso. ¿La solución a todo esto? No está ni en las vallas ni en la policía. Respeto, educación y comprensió­n del aficionado hacia un ciclista que va indefenso y solo trata de disfrutar de su trabajo. Yo viví un año en una cronoescal­ada de la Vuelta al País Vasco cómo los aficionado­s tenían que pagar para acceder a ver la carrera. Una solución inviable para un deporte que si por algo se ha caracteriz­ado es por la libertad que se le da al aficionado. Su respeto al ciclista, al igual que se regule el tema de las motos, otro gran peligro, debe llevarse a cabo. Por el bien de este deporte.

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