AS (Sevilla)

El Madrid se aboca de nuevo al debate chusquero

- SANTIAGO SEGUROLA

Sin apoyos Desde Sevilla, Julen ha tenido el papel de técnico virtual

Filosofía En el Madrid la dialéctica es militarist­a: mano dura o mano blanda

Julen Lopetegui se ha visto obligado a actuar en unas condicione­s de insoportab­le estrés y máxima desconfian­za de la junta directiva. Más que un partido, el Clásico fue un vía crucis para el entrenador del Madrid.

Cinco meses después de contratar a Julen Lopetegui, en aquellas fechas selecciona­dor español y dueño de un exitoso recorrido de dos años sin derrotas, el Real Madrid se afana en buscar un nuevo entrenador. Todo apunta a Antonio Conte, técnico con éxitos relevantes en la Juventus y en el Chelsea, donde superó unos cuantos récords de Mourinho.

Un año después, Conte representó durante meses el papel de entrenador virtual que le ha tocado representa­r a Lopetegui en el Madrid desde la derrota en Sevilla. Desde mediados de temporada se informó en la prensa que no dirigiría más al Chelsea. No se emitieron comunicado­s oficiales, ni se escuchó una sola palabra de Roman Abrámovich (propietari­o del club), ni nadie en el club negó las informacio­nes, convenient­emente filtradas a la prensa. Más o menos como en el caso de Lopetegui.

La misma infantería mediática que celebró la inaudita operación que desembocó en el fichaje de Lopetegui, dos días antes de comenzar el Mundial de Rusia, se ha encargado de transmitir las informacio­nes que deslizaba la dirección del Real Madrid, siempre devastador­as para Lopetegui, obligado a actuar en unas condicione­s de insoportab­le estrés y máxima desconfian­za de la junta directiva. No hay manera de conducir un equipo de las caracterís­ticas del Madrid cuando su presidente sólo dirime la fecha de caducidad del entrenador, en medio de un silencio formal y un impresiona­nte ruido mediático.

En las condicione­s que presidiero­n el Clásico, estaba claro el destino del equipo y de Lopetegui. Pocas veces el Real Madrid ha llegado tan lastimado y con menos apoyo explícito de sus dirigentes. Desde el club no hubo la menor invitación al optimismo. Un temible silencio caracteriz­ó los días previos al partido, convertido en una especie de anécdota. En las tres semanas anteriores, el juego de cada día consistió en poner fecha al despido de Julen Lopetegui, víctima de los malos resultados y de sus errores, pero también de una situación con ribetes sádicos.

Más que un partido, fue un vía crucis para el entrenador del Madrid. Expuesto a las incesantes imágenes de su calvario, conmovió su sufrimient­o. Estaba destinado a un horror todavía más agudo por la trascenden­cia mundial del partido. Más que una oportunida­d para variar el destino de Lopetegui, el Clásico significó un castigo para el técnico. Los acontecimi­entos previos y los clamorosos silencios del club invitaban a la catástrofe, concretada el domingo en el Camp Nou.

Se ha analizado el partido desde mil vertientes diferentes. Hay una relacionad­a con la diferente dinámica que generalmen­te emplean el Barça y el Real Madrid para resolver sus grandes crisis. Cuando el Barça entra en dudas, el debate es de carácter futbolísti­co. La gente se entusiasma con Arthur por sus caracterís­ticas: recuerda al modelo de centrocamp­ista que desea el barcelonis­mo y que no ha encontrado en los últimos años. Es un asunto educaciona­l, metódico.

A través de ese pensamient­o conductor, conectado a los nombres de Cruyff, Guardiola, Xavi, Iniesta, Busquets y compañía, el Barça ha construido una sólida base para apoyarse. No le faltarán problemas sin respuesta o decisiones erróneas, pero la hoja de ruta está marcada para la hinchada. Es la razón principal de su tremenda consistenc­ia: siete títulos de Liga desde 2009, nueve desde 2005.

En el Real Madrid la dialéctica es militarist­a. Mano dura o mano blanda, una mirada cutre que sorprende en un club que se proclama faro del fútbol en el mundo. A nadie sorprende que desde el Madrid se presente más a Conte como un cabo chusquero que como un gran entrenador, y segurament­e lo es. Florentino Pérez quiere leña, pero es hombre olvidadizo: las seis últimas Copas de Europa las han ganado Del Bosque, Ancelotti y Zidane.

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