AS (Sevilla)

Luis Suárez “Este Barça me emociona menos que el de antes”

- JUAN JIMÉNEZ /

A los 83 años, Luis Suárez Miramontes es el único Balón de Oro español. En vísperas del InterBarça, los dos clubes de su vida, cenó con AS en el Rembrandt, su restaurant­e de cabecera a apenas metros de su domicilio, donde todo el mundo quiere hacerse una foto con él.

➥ ¿Qué es el Inter para Luis Suárez?

—Cuando yo llegué, el Inter era un equipo muy normalito. Yo venía del Barça, que ya era un equipo de nivel europeo. Era un reto y no sabía lo que podía pasar. Yo tenía mis temores pero después, en poco tiempo, nos volvimos uno de los mejores equipos de Europa. Haber colaborado en algo así fue muy importante para mí. No es que yo solo hiciese todo pero con mi llegada, el club empezó a tirar hacia arriba. Y sobre todo con la primera Copa de Europa, que fue contra el Madrid, que había ganado cinco seguidas. Eso nos dio el espaldaraz­o definitivo.

—¿Qué recuerda de su primer día en Milán?

—Cuatro días después de presentarm­e, el Inter jugaba en Catania el último partido de Liga y el director general me invitó. Helenio Herrera me había puesto la cabeza como un bombo para que fichase. Me decía: “Contigo y con otro más no nos gana nadie”. Le metieron tres al Inter en Catania. Hacía mucho calor ese día. Y le dije al director general: “¿Estos son los que van a ganar todo conmigo? ¡Yo me vuelvo para Barcelona!” —Y llegó al gran Inter. —Cuando yo llegué, el Inter era un equipo muy normalito. Al final, todo el mundo se sabía la alineación de ese equipo. Daba igual si eras del Inter, del Milán o de la Juve. Ganamos dos veces seguidas Scudetto-Copa de Europa e Interconti­nental. Y al tercer año, llegamos a la final de Lisboa pero Jair y yo nos lesionamos y perdimos contra el Celtic.

—¿Qué recuerdo tiene de Angelo Moratti? Siempre se ha hablado de un hombre cercano…

—Familiar. Todos parecíamos hijos, nietos... El ambiente era muy familiar y eso ayudó a conseguir cosas. No había envidias ni nada. Era una persona apasionada y generosa. Como tú le dieras algo, se volcaba. Cuando nosotros ganamos la primera Copa de Europa al Real Madrid, lo manteamos y hay una foto suya. Siempre digo que nunca he visto en mi vida una cara de felicidad como la de esa persona.

—¿Cuando ganó la Copa de Europa con el Inter se quitó la espina de Berna?

—Esa espina no te la quitas jamás. Es como cuando ganas un trofeo de mala manera. Igual no lo mereciste, pero que te quiten ‘lo bailao’, es tuyo. Yo jugué tres finales de Copa de Europa y gané dos. Y de las tres, si había alguna que tenía que ganar era la que perdí. —Aparte de los postes, ¿qué le viene a la cabeza?

—Que los jugadores del Benfica casi ni se abrazaban porque no se creían que habían ganado el partido. Jugamos tan bien… Cuando veo algún partido en el que por un poste se habla de mala suerte, pienso: “Os llevo a Berna”.

—Sería duro aquel regreso a Barcelona.

—Yo me salvé de eso porque me vine directo de Berna a Milán. El director general me trajo con un coche a presentarm­e. En el viaje, y cuando llegué aquí, todo el mundo me decía: “¡Qué mala suerte habéis tenido!” Y yo pensaba: “¡Eso ya lo sé yo, pero dejadme ya!”.

—¿Echó de menos no seguir en el Barça?

—Yo hubiera seguido encantado pero sucedieron una serie de cosas que lo propiciaro­n. En esa época mandaban los clubes y tú no eras libre nunca.

—Ganó el Balón de Oro en 1960. ¿Pensó que casi 60 años después no lo habría ganado otro español?

—No, porque además el fútbol español ha atravesado por una racha muy buena. Pero siempre digo que hay una preocupaci­ón excesiva por el trofeo actualment­e. Parece que si un jugador no gana el Balón de Oro, no ha hecho nada o no sabe jugar al fútbol. Eso no es así. Es un trofeo importante porque la Prensa le ha dado transcende­ncia. Antes no era así.

—¿Cómo se enteró usted de que lo había ganado?

—Vino a Milán un periodista de Barcelona, Andreu Mercé Varela, que era también el correspons­al de L’Equipe. Vino cuando todavía faltaba tiempo para que se concediese y me dijo: “Mira, vamos a estar tranquilos pero creo que vas a ganar el trofeo”. Entonces los medios no hablaban de él. Yo el año anterior había sido cuarto, cuando lo ganó Di Stéfano. Poco después, vino el director de L’Equipe a un partido del Scudetto y me dio el trofeo. Me hicieron fotos, se lo di al masajista después del cambio de banderines y punto. Acabó el partido y me fui para casa. —¿No lo celebró?

—Ni una merienda, ni una cena, ni un desayuno. ¡Nada! Ahí se acabó todo. Ahora los clubes y las marcas deportivas han intervenid­o.

—¿Le dieron dinero por ganar? —Nada. Te dan el balón que está manchadito así como dorado... Ese es el valor. —¿Dónde lo tiene? —Está en el Museu del Barça. Lleva dos años allí. Pensé que era una cosa que en mi casa no hacía nada y que allí lo verían miles de personas a diario. —Si le diesen a elegir un partido con el Barça, otro con el Inter y otro con la Selección, ¿sabría hacerlo? —Es muy difícil recordarlo, hice muchos. Si no, no hubiese sido Luis Suárez. Cada cosa en su momento te parece especial. Lo que sí puedo decir es que, por ejemplo, he ido con el Barça a Madrid y solía hacer gol no siendo delantero. Y con el Inter me pasó igual. Digamos que he hecho partidos importante­s buenos. Por eso gané el Balón de Oro. Hice partidos buenos contra equipos ingleses, franceses, italianos. Creo que eso me dio el trofeo.

—¿Cómo preparaba usted los partidos? —Nada especial. Tienes que tener personalid­ad, seguridad en ti mismo. Eso es lo que define al gran jugador. Uno que juega bien contra el Getafe o el Girona cuando estaba en Tercera pero que cuando viene un equipo difícil baja, ese no es un gran jugador. Porque además los compañeros esperan que tú, en ese tipo de partidos, des el callo porque eres el mejor. Y para eso te pagan diez veces más que a mí. —¿Cree que a un grande como Messi le ha pesado eso con Argentina?

—Ha estado tan acostumbra­do a jugar de una determinad­a manera tantos años que cuando no juega como en el Barça, se pierde y hace menos cosas de las que él hace todos los días. Efectivame­nte, en el Mundial no está teniendo suerte.

—Hace años, mucha gente decía: “Este juega como Luis Suárez”. ¿Pero quién era su ídolo?

—Panizo.

—De la mítica Iriondo-Venancio-Zarra-Panizo-Gaínza.

—La verdad es que tenía dos ídolos. César, que jugaba en el Barcelona, y Panizo del Athletic. Pero César era un ídolo por cómo jugaba. Panizo por todo. Jugaba en mi posición desde pequeñito y tan es así que yo, por seguirle a él, hasta me peinaba como él. Era un jugadorazo. Yo tenía 11 o 12 años y lo veía jugar cuando iba a jugar contra el Deportivo y me encantaba. —Cambiemos de tercio. Usted ha visto el fútbol evoluciona­r. ¿Cómo ha visto la entrada del VAR, ayuda la tecnología? —Antes de empezar, me pareció una cosa buena. Pero ahora me están entrando muchas dudas porque me parece que no sé si lo aplican siempre de la misma manera. Los criterios van y vienen. Me da la sensación de que les ha dado todavía más poder a los árbitros. Antes tenían el poder del campo y ahora tienen el de arriba también. Porque lo que ellos hablan

Berna “Esa espina no me la sacaré jamás. La final a ganar, la perdí”

El mejor “No celebré el triunfo del Balón de Oro ni con una merienda”

Dembélé “Lo que le pasa me recuerda a Balotelli, hay jugadores sin remedio”

por el pinganillo antes de que se consulte o no, eso no lo sabemos. Escucho a Iturralde con la SER y veo demasiado follón. No lo sé. Al final tienen más poder y no puedes decir nada. Y creo que el VAR también se puede equivocar porque también hay un punto de apreciació­n. —No es lo mismo el fútbol en directo que repetido.

—Ni la velocidad. El fútbol tiene otra cosa, tiene picardía. No lo sé. Pero en algunas cosas ha servido porque me da la sensación de que calma a los jugadores a la hora de las protestas. —Y otro asunto de los nuevos tiempos. ¿Jugar en Estados Unidos es bueno para LaLiga? —Bah. Eso es para sacar dinero, pero ya sacan dinero por todos lados. Esto es el campeonato español. Si quieren una Liga en Estados Unidos, que la jueguen allí. —¿Qué es lo que más ilusión le hace de lo que a día de hoy le siguen diciendo por la calle? —Sientes calor, admiración y el respeto. Cuando encuentras el abuelo con el nieto de seis años y le dice: “Este es el gran Suárez y ganó esto, esto, esto…”. Y el nieto mira y piensa: “¿Quién será este viejo?”. Se queda atolondrad­o. Pero algún día sabrá que aquel equipo se salió de la norma. —¿Cómo fue su retirada? Dicen que es lo que más duele… —Tenía 35 años y Corso, que jugaba conmigo, tenía 29. Habíamos terminado terceros un campeonato. Me llamó el presidente, que ya no era Moratti sino Fraizzoli, y me dijo: “Heriberto Herrera me ha dicho que el año que viene o juegas tú o Corso. Los dos no”. Me sorprendió. Le dije: “Menos mal que acaba de llegar porque en seis o siete años hemos ganado todos. Si quiere dividir, que divida”. Pero se lo puse fácil y le dije: “Si usted le va a hacer caso al entrenador, lo normal es que me vaya yo que tengo 35 años, Corso está en plenitud”. Y me fui al Sampdoria. Allí estuve tres años, aquello era otro mundo. Pero estuve tranquilo —Voy a la actualidad. ¿Le emociona menos este Barça? —Este año no me emociona. No es que no me guste, pero no me emociona como el de antes. Le voy a decir algo. De este campeonato, si no me equivoco, los dos mejores partidos que jugó el Barcelona fueron los dos sin Messi: ante el Inter y el Madrid. El equipo se unió más, trabajaron más de lo normal y jugaron a un ritmo bueno. Cometieron pocos errores, que estaban cometiendo muchos.

—¿Tiene pinta de que el Barça se ha abandonado un poco a que le resuelva Messi cuando está él sobre el campo?

—Es que es así. Un poco te abandonas sin querer. Si no te salen las cosas bien en un partido, dices bueno: estando este, antes o después te hace una. Pero es una buena señal que hayan reaccionad­o pero he visto partidos muy lentos y con muchos errores en el Barça este año, sin tener un juego definido. Ni lo que hacían antes ni lo que hacen ahora. Messi le ha sacado las castañas del fuego mucho este año.

—Usted también fue entrenador. ¿Con futbolista­s como Dembélé qué se hace?

—Hay algunos jugadores que no tienen remedio. Aún es muy joven. Igual se le puede ceder a un equipo donde juegue siempre y con menos responsabi­lidad. Porque hay camisetas que pesan más. Algunos jugadores ‘se cagan’. Y después tiene defectos que tienen los africanos. No eligen bien la jugada. Me acuerdo que había un defensa nigeriano en el Inter con unas condicione­s físicas tremendas. El entrenador era Gigi Simone y nos decía: “Me vuelve loco. Si le digo que vaya para arriba, él espera atrás; si le digo que espere atrás, se va para arriba; si hace una falta no distingue si es en su área o en la rival…”. Y eso a veces no tiene solución. Y por las venas de Dembélé corre sangre africana. Me recuerda un poco a Balotelli. Nació en Italia. Pero ahí dentro es africano y no sabes por dónde va a salir. Y está dejando pasar su carrera. Por lo menos tiene la suerte de que al menos está ganando dinero. En mi época, si hacías eso estabas ya acabado.

—¿Y Arthur cómo lo ve, le parece para compararlo con Xavi?

—Eso ya le digo yo ahora que no. Ahora ha hecho un par de partidos buenos, pero hay que esperar. Tiene un juego muy cortito. Contra el Inter y el Madrid lo vi mejorar pero hay que esperar. Me puedo equivocar pero no me parece un grande. Si lo es, seré el primero en pedir perdón. —¿Y Coutinho? —Tiene más calidad. Venía del Liverpool, donde era el gallito. Cuando vas a un equipo donde hay más de un gallito no es fácil. Pero tiene calidad y gol. —¿Le recuerda a usted en algo?

—Yo era más centrocamp­ista. Iniesta podía tener algo parecido a mí, tal vez con menos gol, pero siempre he dicho que el que más me recordaba a mi juego era Pirlo. Ese chaval tenía un juego amplio, jugaba corto y largo. Jugando corto siempre es difícil hacer algo importante. —¿Con qué jugador se entendió mejor?

—Dos. Jair y Mazzola, que me venían muy bien porque iban como leones a por los balones al espacio. Me entendía con ellos con la mirada. Con Jair, si daba dos pasitos hacia mí, yo ya sabía que le tenía que mandar el balón al espacio. Que él ya había arrancado. Jair era tremendo pero en la selección tenía a Garrincha delante… —Una última. Como exseleccio­nador, ¿le parece correcto que Luis Enrique no lleve a Alba por un asunto personal? —Se ve que hay algo personal. A menos que le haya hecho una cosa muy grave, si lo ves contra el Madrid… Esa es la mejor manera de reclamar un sitio. Callado y jugando partidos así mandas el mensaje de: “Te estás equivocand­o, macho”. Yo puedo estar enfadado contigo o no gustarme tu manera de ser pero si eres un jugadorazo.... —¿Y lo de Lopetegui cómo lo vio, se equivocó?

—Se equivocó porque no sé quién hizo lo que hizo pero lo hizo en un momento que no fue oportuno. Vas a jugar un Mundial. No puedes decir que me voy. Y los jugadores no van a creer en ti si les dices que vas a entrenarlo­s en el Mundial y luego te vas a ir.

—Acabo. ¿Con quién va cuando hay un Barça-Inter?

—Eso es muy difícil. En este concretame­nte… con el Inter, que es el que lo necesita más.

Lopetegui “Vas a jugar un Mundial y no puedes decir que me voy. Se equivocó”

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