AS (Sevilla)

La generación 2013 se hace mayor y no arranca

La Selección se ha abocado a las dudas y a un cierto desánimo Este grupo no ha estado a la altura de las expectativ­as

- SANTIAGO SEGUROLA

Derrotas Han señalado problemas que no eran fáciles de detectar Cambio Se habla de sucesión y se confía en unos jóvenes que ya no lo son tanto

Las últimas derrotas nos han dejado un retrato en el que se ve a una Selección en construcci­ón y con defectos en todas las líneas. Camina entre la nostalgia por la edad de oro y una decepciona­nte estadístic­a desde 2012.

La Selección, que comenzó la era Luis Enrique con vigor y buen juego, se ha abocado a las dudas y a un cierto desánimo. Se parece, por tanto, al equipo que salió eliminado del Mundial de Rusia. Es una situación lógica que ocultaron las victorias sobre Inglaterra y Croacia. En el fútbol, como en todos los órdenes de la vida, no se pasa en un suspiro de la dificultad a la excelencia. El problema de la Selección española es que este salto resulta apremiante para los aficionado­s. Hace poco, España era el faro del fútbol mundial. ¿Cómo olvidarlo? ¿Cómo no fantasear con un regreso a esos tiempos tan cercanos?

La realidad invita a pensar de otra manera. Son excepciona­lmente raros los largos ciclos de éxitos. Brasil, entre 1958 y 1970. Alemania, consistent­e por naturaleza, aunque también sensible a las depresione­s. Basta recordar la reciente eliminació­n en la primera ronda del Mundial, cuatro años después de ganarlo en Brasil. Más frecuentes son los casos de Francia, campeona del mundo 20 años después de su victoria en 1998. En medio, una trayectori­a irregular, con más sombras que luces. Italia conquistó el Mundial en 2006. En las siguientes dos ediciones fue eliminada en la primera ronda. Ni tan siquiera obtuvo la clasificac­ión para el Mundial de Rusia.

España se acerca cada vez más al caso francés y no se descarta que roce el problema italiano. Eliminada en la primera ronda del Mundial de Brasil y en la segunda de la última edición, además de un discretísi­mo comportami­ento en la Eurocopa 2016, la Selección camina entre la nostalgia por la edad de oro y una decepciona­nte estadístic­a desde 2012. Una cosa es evidente: España produjo una de las generacion­es más asombrosas del fútbol mundial. Aquel equipo es una cumbre indiscutib­le. Ni de lejos, hay manera de alcanzarla en este tiempo. Quizá nunca.

Los dos últimos partidos (Inglaterra y Croacia) han señalado problemas serios que no resultaban fáciles de detectar en los dos encuentros anteriores frente a los mismos rivales. El retrato actual –un equipo en construcci­ón, irregular, con defectos en todas las líneas– se ajusta más a lo esperado. Son sensacione­s muy parecidas a las que generaba España en los tres primeros años de Luis Aragonés, entre 2004 y principios de 2007. Aquel equipo venía de su eliminació­n en la Eurocopa 2004. Se clasificó con tantas dificultad­es para el Mundial de Alemania 2006 que necesitó una repesca para lograrlo.

Se habla de la sucesión de la vieja guarda y se confía en unos jóvenes que ya no lo son tanto. Lopetegui confió en los principale­s jugadores del equipo que venció en el Europeo Sub-21 de 2013: Isco, Koke, Morata, Thiago, De Gea, Carvajal, Nacho y Rodrigo Moreno. Ya no se puede hablar de juventud o inexperien­cia. Los más jóvenes

(Isco, Morata y Carvajal) tienen 26 años. Los dos mayores, De Gea y Nacho, cuentan 28 años. Todos ellos han disputado Mundiales o Eurocopas.

Por comparació­n, son jugadores más veteranos que la mayoría de los integrante­s del equipo que ganó la Eurocopa 2008: Casillas (27), Iniesta (24), Fábregas (21), Silva

(22), Xavi (28), Torres (24), Cazorla (23), Alonso (26), Sergio

Ramos (22), Villa (26). Todos ellos formaron parte de la Selección que ganó el Mundial 2010, donde también intervinie­ron Piqué (23) y Busquets (21). No se puede tratar a la Selección actual como un equipo de inexpertos prometedor­es. Al contrario, se puede hablar de una generación que no ha estado a la altura de las expectativ­as. Y, sin embargo, no se observa nada mejor en el horizonte. Lo más probable es que de ellos dependa el futuro en los dos o tres próximos años. Ahora mismo, es una realidad que no convoca al entusiasmo.

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