AS (Sevilla)

El vaivén de Isco, de estandarte de España a meritorio en el Madrid

- ELÍAS ISRAEL @elias_israel

Agravio comparativ­o.

La singularid­ad de Isco y su manera de sentir el fútbol se diluyen en cuanto flaquea la confianza del técnico. Ya ocurrió con Zidane y la sensación es de que un jugador, que podría ser de época por condicione­s, no consigue el respaldo necesario para creérselo. Hay entrenador­es que creen a pies juntillas en él y otros, como Solari, que le exige la condición física óptima, como si ésta se consiguies­e no jugando, y los méritos en el rendimient­o, para ganarse dicha confianza. Sonaría lógico si fuese para todos igual. Bale, sin ir más lejos, siendo un fuera de serie, tampoco relaciona rendimient­o con titularida­d, pero su status no está en entredicho.

De estrella a jugador número 12.

La defensa a ultranza de Luis Enrique, tras la victoria ante Bosnia, fue lo suficiente­mente explícita para saber que el nexo en común entre Lopetegui y el asturiano está en la devoción por Isco. Aún lejos de su mejor versión, participó en el gol de Ceballos en Croacia y se inventó una genialidad en Gran Canaria, que dio origen al tanto de

Brais Méndez. En Eibar comprobare­mos si es “víctima” del virus FIFA o si forma parte de la solución. Ese tránsito de bandera del equipo nacional a supuesto titular en el nuevo

Las piedras de Asensio.

El mallorquín se equivocó en la forma de intentar escurrir el bulto con aquello de tirar del carro porque al futbolista del Real Madrid se le supone jerarquía, ambición y categoría para no esconderse detrás de otros cuando caen chuzos de punta. Sin embargo, en el fondo, no le falta razón. Los escalones, en cualquier empresa y también en un club, son salariales. En el incalifica­ble comunicado del despido de Lopetegui se hablaba de sacar rendimient­o a una plantilla con ocho candidatos al Balón de Oro: Courtois, Marcelo, Benzema, Bale, Modric, Ramos, Isco y Varane. El carro empieza por ellos y los que vengan por detrás, que empujen.

Las manitas de Courtois.

Las goleadas que sufren los porteros suelen ser accidental­es y no necesariam­ente culpa de ellos. Ni contra el

Barça ni contra Suiza se le puede poner al belga la vitola de responsabl­e. Por muy bueno que sea el belga, que lo es, Keylor ha ganado demasiado en el Madrid como para no transitar en el corazón de los madridista­s y la apuesta presidenci­al tampoco le ayuda. Keylor entrena como un animal, no va con su selección y lo pondrá difícil. Ahora le toca a Courtois demostrar que la camiseta no le pesa demasiado.

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Madrid no deja de presentars­e como uno de esas tantas paradojas del fútbol.
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