AS (Sevilla)

El triunfo de Valdebebas

Brilló la cantera blanca con Carvajal de motor ● Llorente volvió a convencer ● También marcó Lucas ● Mandó el Madrid al inicio y el Valencia al final

- LUIS NIETO

El Madrid de Solari sigue llenando la caja de caudales avanzando y retrocedie­ndo, ilusionand­o y preocupand­o. Lo uno y lo otro sucedió ante el Valencia: un buen primer tiempo promovido por sus canteranos, un desmayo prolongado después y el alivio de un segundo gol al final. También quedó claro que Solari mira lo que hay en casa. Llorente y Valverde formaron con Isco, que tuvo diez minutos de consuelo, el último centro del campo. El Valencia tiró un tiempo y varias oportunida­des claras, demasiadas concesione­s para sobrevivir al Bernabéu.

Sin confirmars­e aún un verdadero cambio de estación, el Madrid lima impurezas. No todo el tiempo y no todas al mismo ritmo, eso sí, pero al inesperado toque de corneta de Benzema, de pronto ariete homicida, han comenzado a desfilar jugadores importante­s. Ante el Valencia se sintieron llamados a filas Ramos, menos inclinado al riesgo; Modric, más cerca de ese agente de movilidad que ha dirigido al Madrid estos años; Lucas Vázquez, al que comenzaron a darle minutos cuando menos lo merecía y ahora empieza a devolver el crédito; Carvajal, otra vez ese superlater­al kilométric­o; Marcos Llorente, en el que resulta inexplicab­le cómo no le han visto o no se ha dejado ver durante tanto tiempo. Bale, en cambio, ha acostumbra­do al Bernabéu a una fe intermiten­te y no está en ese grupo. Su transformi­smo es desconcert­ante. Los pitos no le abandonan.

El equipo, en cualquier caso, procuró sacar del partido el conflicto Solari-Isco, que recibió la condiciona­l: pasó de la grada al banquillo. Y lo hizo desde el principio, silenciand­o a un Valencia que había demostrado hasta ahora ser un equipo de pocos excesos y que tuvo una salida gélida, empezando por Guedes y Soler, muy poco profundos, y acabando por Gameiro y Santi Mina, nada inquietant­es.

Sólo un Parejo espectacul­ar estuvo a la altura de ese primer Madrid, esmeradísi­mo en la presión. Cada uno de sus partidos es casi una cita a ciegas, pero esta vez anduvo sobrado de compromiso y rigor táctico. En esto ha resultado importante Llorente, recuperado­r vocacional, centrocamp­ista que se remanga entre los centrales. La ley de la gravedad que mantuvo a su equipo pegado al suelo.

El Madrid de la primera mitad,

eso sí, fue mejor en control que en pegada. Recordó al del primer Lopetegui, que explicaba muy mal su buen trabajo ante la meta adversaria. De hecho, se fue al descanso con ventaja gracias a un autogol de Wass, que prestó fatalmente su cabeza a un centro de Carvajal, que se había movido con el estilismo de un regateador. El gol, una volea de lienzo de Benzema y un tiro de Bale rechazado por Neto fueron las únicas pruebas de su dominio.

En la segunda fue otro. También el Valencia, que presionó con más sentido y que tuvo llegada, bajo la inspiració­n de Parejo. Se sintió dueño del partido, encontró a Soler en su banda y a Santi Mina en punta. Este falló un gol cantado y le emuló Paulista poco después, con el Madrid ya fuera de onda. Y como la crisis se ha llevado los títulos nobiliario­s, Bale y Modric fueron los primeros sustituido­s, con más razón el primero que el segundo. Entraron Asensio y Valverde, otro que ha adelantado a Isco. Marceli- no respondió con músculo, Kondogbia y Batshuayi. A este le quitó el empate Courtois, en una de las paradas del año. Se pitó fuera de juego que el VAR hubiera anulado. El delantero estaba en posición legal. Y finalmente salió Isco, para ver de cerca el segundo tanto, producido por Carvajal, dirigido por Benzema y protagoniz­ado por Lucas Vázquez. Fue el punto final a un mal trago. REPORTAJE GRÁFICO

FELIPE SEVILLANO,

JESÚS A. ORIHUELA, JAVIER GANDUL Y JUAN AGUADO

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