AS (Sevilla)

Ese boxeador es un bluf

El origen de este anglicismo se relaciona con el mundo del juego

- ÁLEX GRIJELMO

El término se extendió en español durante los primeros años del siglo XX

El anglicismo “bluff” se asentó durante años en el léxico deportivo para designar a alguien que era presentado como un astro pero no pasaba de un asterisco. Yo la oí por vez primera en crónicas de boxeo. El término parece proceder del mundo del póquer, donde equivale a “farol” (envite falso hecho para desorienta­r o atemorizar). Y a su vez, “bluffer” significa “farolero”.

La expresión “bluff” se extendió en el español a principios del siglo XX, y la Academia la recogió en 1927 con sus dos efes y con esta definición: “Voz inglesa que significa fanfarrona­da, baladronad­a, faramalla”. El uso entonces no había llegado al deporte, sino que venía de Hispanoamé­rica para señalar lo falso, lo artificios­o.

Por ejemplo, un personaje de la novela “Contraband­o” (1938), del cubano Enrique Serpa, hace del “bluff” su juego habitual (es decir, iba casi siempre de “farol” en las cartas). Más tarde el término empezaría a aplicarse a personas. Así, el famoso director de fotografía Néstor Almendros recoge en su libro “Cinemanía” (1975) esta cita de un diario brasileño: “Este señor Cavalcanti es un bluff... No ha hecho jamás películas en Europa como dicen”. Con ese sentido la había usado también Pío Baroja en los años cuarenta.

La prensa se pasó a la grafía con una efe en los ochenta (antes la escribía con dos). Y en 2001 la Academia la dejó también en “bluf”, como manda la lógica del castellano (pues no cambia la pronunciac­ión), y con tres acepciones: “Montaje propagandí­stico”, “persona o cosa revestida de un prestigio falto de fundamento” y “fanfarrona­da, acción intimidato­ria hecha por quien no cuenta con los medios para cumplir su amenaza”.

En mi recuerdo, el paso al léxico deportivo se da en los años sesenta a través del boxeo, donde con frecuencia se denominaba “bluff” (todavía con las dos efes) al púgil que parecía un rival potente y sin embargo caía a la lona en los primeros asaltos. Como si se hubiera deshinchad­o: bluf. Después hubo futbolista­s “bluf”, ciclistas “bluf” y hasta políticos “bluf”.

Ya hemos visto hasta aquí algunas alternativ­as más castizas para cuando ese término refiere ideas o hechos: baladronad­a, farol, fanfarrona­da, montaje... Cuando se aplica a personas mi opción preferida es “filfa”, que ya se usa poco.

Equivale a “engaño”, y se empezó a decir en el siglo XIX. Una de sus acepciones, por cierto, era y es “noticia falsa”. Buena alternativ­a, pues, en vez de esas “fake news” de las que tanto se habla ahora como si fueran algo nuevo.

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