Valverde se apaga
El murciano pierde 23” ante Roglic, Pogacar y López en La Cubilla
La etapa reina no lo fue tanto, lo que demuestra, una vez más, que la organización puede diseñar el mejor recorrido posible, pero luego son los ciclistas quienes otorgan los títulos de realeza. El trazado proponía un exigente encadenado por la montañosa Asturias: San Lorenzo, La Cobertoria y La Cubilla, un puerto inédito de largo kilometraje (17,8) y pendientes sostenidas (6,2%), más parecido a una ascensión alpina que a una subida de la Vuelta, que en los últimos tiempos prefiere rampas explosivas y chepazos en el pelotón. Los corredores no sestearon, que no se entienda así, pero la dureza acumulada no abrió más diferencias porque nadie planteó una ofensiva lejana, que son las que hacen daño.
Miguel Ángel López, el primero y el único que atacó, se puso la capa a siete kilómetros de la cima. Tadej Pogacar, que le aventaja en 17 segundos, se pegó a su rueda como una lapa, es su
enemigo a corto plazo. Primoz Roglic también supo agarrarse al dúo, mientras que Alejandro Valverde tardó bastante más y sólo pudo cerrar el hueco por el ímpetu de su colega Marc Soler. Era un síntoma de que las piernas del murciano no iban como el día anterior, de que su perfil se adapta más a los muros empinados que a las cuestas tendidas.
Las sospechas se confirmaron con la siguiente embestida de Superman, que voló junto a los dos eslovenos para morder 23 segundos al arcoíris. El ciclismo es así, una alternancia de sufrimientos. Los que el domingo penaron, ayer resurgieron. Y viceversa. Valverde fue el milagro del Santuario del Acebo y, un día después, se apagó en La Cubilla. Todos tienen altibajos menos Roglic, que está siempre arriba. Así se gana una grande.
Cuando se produjeron estas guerrillas, Nairo Quintana llevaba tiempo rezagado, lo que deja vacío aquel debate del liderazgo que tanto ocupó en la primera mitad de la Vuelta. Desde que anunció la ruptura con el Movistar en el descanso de Pau, vestido de rojo, no ha hecho más que acumular pérdidas y ya es sexto, a 7:43 minutos, adelantado incluso por Rafal Majka, ese polaco que no olvida que en 2015 se metió en el podio el último día en la Sierra de Guadarrama, y que en España, hasta el rabo todo es toro.
A falta de una gran batalla, La Cubilla sí acogió un vencedor ilustre en su estreno. Jakob Fuglsang, un danés de 34 años que vive una segunda juventud, logró su primer triunfo en una grande como remate de un curso notable, en el que ya ganó la Lieja, el Dauphiné… Y hasta se plantó en la salida del Tour entre los tres primeros favoritos en las apuestas. Aquí vino a trabajar para López, y con esa intención se coló en la fuga con Luis León, pero también exprimió sus aspiraciones personales para dar brillo a su propio palmarés y al del potente equipo Astana.
Además de las luchas por la victoria y por la general, la etapa reina abrió un tercer escenario: el maillot de lunares azules. Ángel Madrazo vestía la prenda desde el segundo día de carrera en Calpe, y lo lució en la foto de su vida, en aquella victoria que encumbró al Burgos. En las últimas fechas, El Gorrión conservaba el liderato básicamente porque nadie se lo discutía, salvo, de vez en cuando, Geoffrey Bouchard. El santanderino se metía en escapadas, pero no lograba puntuar, rápidamente se descolgaba en las subidas. No era la mejor imagen para un rey de la Montaña, pero el cántabro tenía un plan. Ayer había una buena bolsa en juego y volvió a entrar en el corte. Su rival no andaba por allí inicialmente, así que se frotó las manos. Esto ya es mío. Su esperanza se derrumbó cuando de repente vio llegar por detrás a Bouchard, el último incorporado en la fuga. Su cruz. El francés del Ag2r batió al español en dos grandes puertos, San Lorenzo y La Cobertoria, y se apoderó del maillot. A Madrazo, al menos, siempre le quedará Javalambre. Y la PlayStation 4.
Ganador Fuglsang consiguió su primera victoria en una gran vuelta
Hundido Nairo volvió a ceder tiempo y ya es sexto, a 7:43 minutos