Era como todos en los países comunistas: varias carreteras unidas
Diferencia abismal. Tampoco existía la influencia informática y con un juego de neumáticos se hacían varias carreras. Los circuitos, en algunas citas, se improvisaban sobre carreteras de uso diario. No existían tiempos parciales y, como cronómetro, un reloj Omega del que todavía guardo uno. Los pilotos se enteraban de sus tiempos al término de la competición. En aquella época llevaban, como mucho, el cuentavueltas y el termómetro de la temperatura del agua de refrigeración del motor.
Recuerdo aquella semana que pasamos de viaje desde Ímola a Opatija. Creíamos que, en el GP de Italia, tanto Nieto como Santiago Herrero podían ganar el título de 50cc y 250cc. Pero no pudo ser. Por lo tanto, tuvimos que cambiar nuestros planes. Estábamos en Ímola y, al domingo siguiente, se celebraba la ultima carrera con los títulos en disputa. Los españoles, se jugaban la última carta.
El último gran premio. Y allí nos fuimos el que esto escribe, acompañado de Fernando González de Nicolás, Ranita (un gran piloto que tuvo como enemiga a la diosa Fortuna). Llamé al director del Diario AS. Le conté que el campeonato se decidía en Yugoslavia, a menos de 400 km de Ímola, y que se disputaban los entrenamientos cinco días más tarde. En suma, buscaba su aprobación y el envío de dinero para soportar los gastos. Rienzi, entonces subdirector, me dijo que adelante. No olvidaré nunca lo que pasamos para entrar en la Yugoslavia comunista. En el consulado español de Milán nos dieron el visado para entrar, pero el paso por la frontera fue un suplicio. Más de tres horas para atravesar una línea. Registraban todo. Además, nos tocó el paso con todas las furgonetas
Opatija, el circuito
y remolques de los equipos participantes del gran premio, el de la última carrera de la temporada de 1969.
Durante esos cinco días enviaba las noticias que podía. No había móviles y desde un fijo, con solicitud de conferencia, podía llevar horas; lo más rápido era enviar la crónica por télex. Para ello teníamos que ir a una central de correos situada en Rijeka, así que optamos por hacerlo telefónicamente aunque tuviésemos que esperar una o dos horas. En tierras italianas era más o menos fácil, pero en Yugoslavia resultó un auténtico suplicio.
Opatija, el escenario. En Opatija, que en la actualidad pertenece a Croacia, nos establecimos en el mismo hotel en el que estaba el equipo Derbi y los tres componentes del equipo Ossa. El circuito tenía la misma pinta de todos los que estaban en países comunistas: se trataba de unir varias carreteras de uso normal. El de Opatija era peor.
Dos carreteras llenas de curvas en el litoral y otra paralela de subida y bajada, que desviaba el tráfico proveniente de Trieste con destino a otros puntos al sur de la costa, como Rijeka. Tenía todos