AS (Sevilla)

Ilicic gritó gol

El Atalanta, clasificad­o tras meterle ocho tantos al Valencia ● Dos penaltis de Diakhaby apuntillan a los che

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En Mestalla se disputó un partido con más goles que historia, aunque se vaya a recordar siempre por sus circunstan­cias, mientras que por televisión se vio un simulacro de espectácul­o. Diakhaby, causante de dos penaltis antes del descanso, se encargó de liquidar la emoción del partido en sí, un duelo que venía marcado por el 4-1 de la ida. Pero el concepto llamado Champions es mucho más que dos equipos jugando entre sí, es un torneo que trasciende al que gana y hasta compensa al que pierde por el mero hecho de estar en ella. La Champions es diferente por su forma y por su fondo; una experienci­a de vida y no un mero partido de fútbol. Así que la UEFA debería meditar sobre ello, porque la frialdad de Mestalla no fue culpa de un comportami­ento de radicales sino por la de un virus que está aquí, allá y de momento nadie sabe cuándo se irá.

Mestalla dijo adiós a la Champions en silencio. Nunca siete goles se gritaron tan poco en ese estadio, porque esta vez ni tan siquiera los narradores de las radios lo cantaron desde sus cabinas. Obviamente por Bérgamo sí se festejaría­n, y mucho. No es para menos. Los de Gasperini están haciendo historia y la escriben situados a las antípodas del catenacio.

Esta es su primera participac­ión en la Champions y estarán entre los ocho mejores de Europa. El Valencia se despidió de la Champions al mismo tiempo que las autoridade­s confirmaba­n que se aplazaban las Fallas. Está claro que a orillas del Turia ha habido días mejores; también mejores temporadas.

Todo ello en un partido que tuvo dos protagonis­tas antagónico­s: Diakhaby e Ilicic. Uno lo hizo todo mal; otro, a la perfección. El francés entraría al vestuario che pidiendo perdón, y si no lo hizo que lo haga hoy, porque los dos penaltis que cometió fueron de principian­te. Uno, nada más empezar; otro, al filo del descanso. Si alguien creía en la remontada, Diakhaby le dejó sin esperanzas. Todo lo contrario que el delantero esloveno a los suyos. Él se fue de Mestalla entre aplausos. Chapeua. Cuatro goles ayer, cinco en el cruce, y pudo hacer alguno más. Ilicic representa lo que es este Atalanta, un equipo de colmillo. Letal.

El Valencia no es que no estuviera ayer en el partido. Lo estuvo incluso pese al madrugador primer gol de Ilicic. Pero el Atalanta nunca le dejó meterse de veras en faena. El Valencia ha encajado ocho goles en estos octavos de final y así no se puede ir por la vida. Bueno sí, así uno se va a su casa, que es desde donde verán los pupilos de Celades el resto del torneo. El club italiano le ha eliminado con solvencia, con una demostraci­ón de armas, virtudes y también defectos. Aquí y allá. En público y en privado. Sólo tras el primer gol de Gameiro se susurró de lejos a la épica, porque el Atalanta tiene tanta pegada como lagunas atrás. Pero el Valencia no tiene defensa ni aunque Coquelin se esfuerce por ser buen central. Así que ni el segundo gol de Gameiro ni el tercer de Ferran sirvieron para nada. Ni tan siquiera para ganar el partido. Ilicic gritó gol dos veces más. Si el Valencia no sale más tocado de esta eliminator­ia quizás sea por los condiciona­ntes que la han rodeado. De hecho, uno diría que casi fue mejor para ellos el silencio del murciélago que escuchar las quejas del público que suele ocuparlo.

REPORTAJE GRÁFICO ALBERTO IRANZO Y DAVID GONZÁLEZ

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El Valencia y el Atalanta forman antes de comenzar el partido de ayer en un Mestalla totalmente vacío por culpa del coronaviru­s
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