AS (Sevilla)

La moda del cruyffismo

- RAFA CABELEIRA

Alas modas, como a casi todo en esta vida, conviene ponerles ciertos límites para que no se vayan de madre y terminen desvirtuan­do el movimiento original. Hace un par de años, si no recuerdo mal, Inditex sacó una línea de camisetas inspiradas en grandes bandas del rock que desembocó en un guirigay emocional de dimensione­s bíblicas. No hubo incidentes reseñables pero por poco: menudos somos los adoradores de Satán cuando se profanan nuestros símbolos. Con el cruyffismo, salvando las distancias, sucede un poco lo mismo y, ahora que todo el mundo se declara discípulo del Flaco, parece un buen momento para trazar una línea imaginaria y separar, al menos virtualmen­te, la paja del trigo.

Usar gabardina, por ejemplo, no lo convierte a uno en cruyffista. Ni tampoco comer Chupa chups, veranear en El Montanyà, saberse los ríos de Holanda, haberse emocionado con el Betis de Setién o colecciona­r pins de Barcelona 92: todo ello muy respetable pero lejos de los estándares mínimos exigibles. Y, por supuesto, tampoco basta con una mera declaració­n de intencione­s porque el cruyffismo, como el movimiento, se demuestra andando pero jamás corriendo. ¿Cómo saber entonces, querido lector, si es usted un verdadero seguidor del Profeta o un mero devorador de tendencias, como mi vecina Rosita? Pues haciéndose las preguntas indicadas, claro..

SEl cruyffismo, como el movimiento, se demuestra andando pero jamás corriendo

abe usted cuánto mide una portería? ¿conoce a Eduardo Camavinga, pivote defensivo del Stade Rennes? ¿comulga con la idea de que “no se puede ir por la vida sin un nueve”? ¿distingue entre bloque bajo y bloque alto? ¿se mide la tensión habitualme­nte? ¿sospecha que Pedri será mejor que Iniesta? ¿tiene un blog sobre táctica? ¿le gusta más el 1-3-4-3 que el 1-4-3-3? Si la respuesta para todas estas cuestiones es un sí rotundo, siento decirle que usted no es cruyffista. Y es que, salvo casos excepciona­les como Ricard Torquemada o Xavi Torres, el cruyffismo se basa en la total ausencia de conocimien­tos, un gusto exacerbado por las colonias caras y una actitud meramente contemplat­iva ante la vida. “Salid y disfrutad”, dicen las sagradas escrituras. Que no le engañen los mismos que llenaron los conciertos de Maluma con camisetas de Iron Maiden: los publicista­s.

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