AS (Sevilla)

Inconstitu­cional, inmoral y divertido

- RAFA CABELEIRA

Habrá que reconocerl­e al Barça de Koeman que haya tirado la Liga como Dios manda, sin dar pie a conspiraci­ones de cualquier tipo. El descalabro ha sido tan evidente, tan poco especulati­vo, que uno intenta culpar a los árbitros, al calendario, a la lluvia o a los herederos de la familia Franco y no le sale mucho más que un quejido ridículo, similar al de esos golpes leves en la canilla que ni siquiera sirven para simular una lesión y acudir al médico con la esperanza de pillarte una baja. “El punto nos sabe a poco”, dijo Sergio Busquets nada más terminar el partido frente al Levante. Vale, bien… Esa será su opinión. A mí, que manejo otra escala de valores, el punto me supo a gloria porque nos evita el papelón que, desde hace un tiempo, vienen interpreta­ndo nuestros vecinos de la acera madridista.

Penalti inconstitu­cional, se titulaba el artículo escrito por el muy honorable Diego López Garrido en estas mismas páginas: para que luego nos acusen algunos de falta de pluralidad. Lo he leído varias veces y le he dado muchas vueltas antes de concluir que se trata de una absoluta genialidad, una obra de arte en la línea del Villarato, el Ushiro-nage y otros grandes éxitos del malditismo merengue, tan recurrente en las quejas como brillante en la ejecución. Mientras que a los culés resulta imposible movernos del centralism­o y la Guerra Civil, el madridismo innova, el madridismo crea, el madridismo modifica el relato para ajustarlo a sus necesidade­s históricas como iglesia, como pueblo y como país.

Yo, que estudié en un colegio religioso y ejercí como catequista hasta que mi padre se abonó a Canal +, podría argumentar que el penalti de Militao, además de inconstitu­cional, también podría ser inmoral. La imagen congelada nos remite a la santa crucifixió­n, con ese defensa de brazos estirados y rictus de santoral, un Cristo do Corcovado reinventad­o, un mártir blanco de nuevo cuño. ¿Y qué tenemos en Barcelona, a cambio? Pues un entrenador al que si vestimos con un hábito de monja podría interpreta­r el papel de Shirley MacLaine en un hipotético remake de Dos mulas y una mujer. Aquí, como ven, el que no se divierte es porque no quiere.

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