Ragnarök, la primera obra maestra de la PS5
La nueva entrega de God of War apunta a juego del año
Desde el primer God of War, allá por 2005 y en PS2, Santa Monica Studio ha mantenido un nivel de calidad que roza la excelencia, pero a pesar de ello ha sido lo suficientemente valiente para reconducir la serie hacia nuevas formas de juego, sin que por ello haya perdido un ápice de su esencia por el camino.
La nueva entrega, Raganarök, es sin embargo bastante continuista con la de 2018 y ello se debe fundamentalmente a dos razones: completa una historia que se dejó a medias y pule las mecánicas de juego que introdujo aquella.
La trama. En este episodio el hijo de Kratos, Atreus, revela su verdadera naturaleza y se convierte en pieza fundamental del Ragnarök que se avecina.
Los diferentes dioses nórdicos y los animales de su mitología, todos ellos creados con una gran profundidad, sirven de secundarios de lujo en un relato épico que engancha al jugador desde el inicio de la partida.
Los combates. Aunque la acción ha cedido algo de peso a la aventura, sigue siendo el verdadero corazón del juego. Se ha pulido la mecánica de lucha de la entrega de 2018, solucionando algunos de los problemas de los enfrentamientos en distintas alturas. Las espadas del caos proporcionan mayor dinamismo ya que permiten moverse rápidamente por los escenarios. El sistema de bloqueo de los golpes enemigos es algo extraño por su timing, pero tras un rato el jugador domina sin problemas esa técnica.
Si la variedad de enemigos es bastante amplia y permite diferentes estrategias, donde más brilla Raganarök es en los jefes finales. Estos duelos, que se realizan en múltiples fases, son todo un desafío ya que cada uno de ellos requiere una estrategia diferente.