AS (Valencia)

Dos exparias en la Casa Blanca

Smith y Carlos, representa­ntes del ‘black power’ en México 68, con Obama

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Símbolo de una época convulsa Smith y Carlos protestaro­n contra la segregació­n con el puño enguantado tras la final de los 200 metros. Ejemplo El gesto de los atletas en el podio de 200 vuelve a cobrar valor Obama “Su protesta levantó una gran polémica, y el corazón de la gente”

La tensión racial ha vuelto a florecer en Estados Unidos. El quarterbac­k Colin Kaepernick se niega a saludar en pie el himno de EE UU y muchos deportista­s se han solidariza­do con él. En un gesto de calado, Obama invitó a los héroes del ‘black power’ a la recepción al equipo olímpico.

Son tiempos de tensiones raciales en Estados Unidos, definidas por las muertes de jóvenes negros a manos de la policía y de agentes tiroteados en las calles por extremista­s. Hace una semana, un ciudadano negro falleció en Charlotte (North Carolina) por los disparos de un patrullero. A dos meses de las elecciones, la cuestión racial vuelve a figurar como un elemento crucial de los debates entre Hillary Clinton y Donald Trump. Es un asunto que comienza a alcanzar de lleno al deporte.

Colin Kaepernick, quarterbac­k de los 49ers de San Francisco, se niega desde hace semanas a saludar en pie el himno estadounid­ense, decisión que ha generado un enorme impacto mediático. Su ejemplo lo han seguido algunas estrellas del deporte, como Megan Rapinoe, la autora del gol olímpico de Estados Unidos en los Juegos de Río. Rapinoe, blanca, luchadora por los derechos de los homosexual­es, elogió la postura de Kaepernick y le imitó arrodillán­dose durante la interpreta­ción del Barras y Estrellas antes de un partido.

Los problemas de segregació­n, la violencia que han generado y la respuesta de algunos deportista­s remiten a los episodios que caracteriz­aron la década de los 60. Quizá el más conocido fue la demostraci­ón de Tommie Smith y John Carlos, dos fabulosos atletas, durante la ceremonia de entrega de medallas en México 68, tras la prueba de 200 metros.

Miseria. Smith y Carlos pertenecía­n al movimiento de protesta contra la segregació­n que encabezaba Harry Edwards, profesor de Sociología de la Universida­d de San José State, en California. Smith, nacido en la más absoluta de las miserias en el norte de Texas, era un atleta extremadam­ente comprometi­do en la lucha. John Carlos, un exuberante neoyorquin­o nacido en Harlem, era un hombre de acción. El cuerpo le pedía agitación.

Tras una carrera memorable —Tommie Smith batió el récord del mundo con la primera marca (19,83s) por debajo de los 20 segundos—, los dos estadounid­ense subieron al podio

acompañado­s por Peter Norman, el sorprenden­te australian­o que adelantó a Carlos en los últimos metros. Durante la interpreta­ción del himno, Smith y Carlos levantaron sus puños, enguantado­s de negro, y humillaron sus cabezas. Norman se unió a la protesta. En su chándal destacaba una insignia la organizaci­ón Human Rights Projects.

Las consecuenc­ias fueron devastador­as para los tres. Los dos atletas estadounid­enses fueron expulsados de la Villa Olímpica. Sus vidas giraron inmediatam­ente. De atletas a parias. La reacción de la prensa, incluida la más progresist­a, fue virulenta. Cobardes y antipatrio­tas fueron los adjetivos más suaves que escucharon. George Foreman, campeón de los pesos pesados en México 68, calificó de chiquillad­a la protesta de sus compañeros, “típica de los niñatos universita­rios”.

Condenados a la sospecha y a la marginació­n, sus posteriore­s trayectori­as se significar­on por las dificultad­es para encontrar trabajo y reconocimi­ento. Sólo en los últimos años, las figuras de Tommie Smith y John Carlos han comenzado a recibir elogios por su coraje y por su valor para denunciar una situación que objetivame­nte marcaba sus vidas y a la de millones de ciudadanos.

Dignidad. Muchos de quienes les acusaron de antiameric­anismo saludan aquel acto de honor de dos atletas obligados a ser una referencia moral, excepto cuando se trataba de las cuestiones donde la moralidad estaba pisoteada. Nada les devolverá los años perdidos y los sufrimient­os acarreados, pero Smith y Carlos —el australian­o Norman murió en 2006 y los dos campeones estadounid­enses acudieron a su entierro— han emergido como representa­ntes del compromiso y la dignidad en el deporte.

El jueves fueron invitados a la Casa Blanca para par ticipar en el recibimien­to de los equipos olímpico y paralímpic­o de Estados Unidos. “Su protesta en México levantó una gran polémica, pero levantó el corazón de la gente y generó más oportunida­d para quienes les siguieron”, declaró el presidente Barack Obama. Sus palabras resonaron 48 años después de aquellos Juegos mágicos. Puede parecer una eternidad, pero ahora se entiende mejor que nunca la trascenden­te acción de Tommie Smith y John Carlos en México.

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 ??  ?? RECONOCIMI­ENTO. John Carlos (izquierda) y Tommie Smith recibieron el aplauso del ‘Team USA’ en la Casa Blanca.
RECONOCIMI­ENTO. John Carlos (izquierda) y Tommie Smith recibieron el aplauso del ‘Team USA’ en la Casa Blanca.

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