AS (Valencia)

El Pizjuán ahogó al Atleti

Primera derrota de los rojiblanco­s ante un Sevilla que les superó ● Nzonzi marcó y Nasri fue un tormento ● Koke, expulsado ● Correa sigue fallón

- PATRICIA CAZÓN REPORTAJE GRÁFICO MORENATTI Y TONI RODRÍGUEZ

Todo fue ayer emoción en el Pizjuán. El duelo de dos fantástico­s entrenador­es, Sampaoli y Simeone, trasladado al césped, con dos equipos que derrocharo­n esfuerzo y fútbol bajo una intensa lluvia que, en oleadas, caía sobre la ciudad y que terminó ahogando al Atlético. Perdió su primer partido de la temporada. Perdió el liderato ante un gran Sevilla que mira de frente a lo mismo, a todo. Por perder, perdería hasta Simeone su impecable traje negro. Salió de la caseta en chándal. Foto extraña: no alcanza la memoria a recordar cuándo fue la última vez que se vistió así para un partido.

Todo comenzó como terminaría. Con el Sevilla tocando con paciencia, amasando la pelota y Nzonzi, un gigante en el centro. Gameiro, antes que el partido empezara, en las entrañas del estadio, repartía besos y abrazos. En cuanto el árbitro pitó, quiso convertirl­o en puñales. Pronto tuvo varias oportunida­des.

En la primera media hora, la presión rojiblanca tenía como consecuenc­ia pérdidas de balón del Sevilla y contras de Gameiro, que se iba como una avispa hacia Rico. Rami erraba en la entrega y le regalaba un balón. Después lo hacía el Mudo Vázquez. Más tarde Vitolo fallaba ante Correa y el disparo final de Gameiro lo atajaría Rico. Un par de minutos antes, Oblak le había sacado un cabezazo a Nzonzi.

Esta última ocasión provocó un viraje en el plan del Cholo. Retrasó a Griezmann a la mediapunta y pobló el centro, donde Gabi parecía demasiado solo ante Nzonzi y un Vitolo superlativ­o en la banda. El Atleti mejoró. El Sevilla empeoró. Pero nada se reflejó en el marcador. Había dos razones, una por equipo. La del Atleti, Correa, que ayer seguía como en Rusia, con la mira desajustad­a. Lo demostró en un balón de gol que le puso Gameiro. Hizo lo más difícil: enviarlo fuera. La del Sevilla era Vietto.

Referencia arriba para Sampaoli, el argentino en estos meses ha perdido su cara de Primera Comunión pero no del todo el aire de canción triste de los Smiths que se le puso en el Atleti. O no al menos ayer en la primera parte. Todo cambió en la segunda. Vietto volvió a ser el de Vila-Real. Pura cumbia sobre el césped. Todo el Sevilla lo fue. Salió en tromba.

Los primeros minutos tuvieron un foco: Nasri. El francés envió un balón al palo y, en cada jugada que hacía, impartía un master de regate. El Atleti, mientras, parecía haberse quedado con Correa, en la caseta. Sampaoli olió sangre y fue a degüello. Si, de primeras, esa superiorid­ad no subió al marcador fue por Oblak, que dejó en el Pizjuán otro de sus milagros al sacar un remate de Vitolo.

Tiago fue el tapón con el que Simeone intentaría frenar el desangre de su equipo sobre el césped resbaladiz­o del Pizjuán. Y lo logró, al menos un rato. El campo se niveló. Torres sería su última carta, en el 66’, pero el gol del Sevilla llegaría justo después: Vietto filtraría un balón a Nzonzi, que se escaparía con piernas de 9. Gabi correría y no llegaría (raro). Savic correría y tampoco (también). Quizá era el peso del largo viaje a Rostov. Quizá el cansancio. Lo que fuera, por ahí le encontró el Sevilla un agujero a la portería de Oblak.

Diez minutos más tarde, Simeone perdería a Koke por doble amarilla y el Atleti se quedaría con diez bajo la lluvia, Grizi perdido en trabajo oscuro, Gaitán cosido a faltas y los balones a la olla buscando la cabeza de Godín como único paraguas para intentar guarecerse de la tormenta. La del cielo y la que no dejó de salir de las botas de los jugadores del Sevilla hasta el 93’. Para la Liga es una bendición: ya no sólo es de dos. Para el Cholo fue tormento. Será raro volver a verle en chándal en un banquillo.

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