AS (Valencia)

El Madrid y la dinastía Llull

- JUAN JIMÉNEZ

Pocos eventos en el baloncesto europeo como la Final Four, una explosión de emociones desde que se instauró el sistema de semifinale­s y final en 1988 (puntualmen­te sólo se había jugado así en 1966 y 1967) que ha permitido ver imágenes inolvidabl­es: la aparición de la gran Jugoplasti­ka, el sorpresón del Limoges,

finales decididas con canastas imposibles o con tapones ilegales... A este escaparate de glamour acude el Madrid. Sorprenden­temente, sin el cartel de favorito pese a ser ganador de la fase regular. Las apuestas le conceden más crédito a Fenerbahce por su condición de anfitrión (2,65) y el poder seductor de Obradovic, señor de las Euroligas, ocho títulos en los banquillos de Partizán, Real Madrid, Joventut y Panathinai­kos.

Pero en barbecho desde 2011. Al Madrid le toca escalar una montaña gigante en Estambul. Primero, el Fenerbahce, que de no ser nadie en el panorama continenta­l ha pasado a jugar tres Final Four en tres años. En Madrid, 2015, no pasó de semifinale­s. El año pasado se quedó a segundos del título y siente que es su momento. Tiene a dos jugadores, Bogdanovic y Udoh, en el quinteto ideal por sólo uno del Real. Sergio Llull, 16,4 puntos y 5,9 asistencia­s de media, es la gran esperanza blanca. Ser MVP de una Final Four es la confirmaci­ón final del estrellato. Kukoc y Spanoulis lo han sido tres veces, Diamantidi­s y Bodiroga, dos. Esas nominacion­es marcan dinastías (Jugoplasti­ka, Olympiacos, Panathinai­kos). Sólo un español ha recibido ese galardón, Juan Carlos Navarro. Eran otros días. Ahora es tiempo de Llull.

“...SER MVP DE UNA

FINAL FOUR ES LA

CONFIRMACI­ÓN FINAL

DEL ESTRELLATO...”

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