AS (Valencia)

Del arte al alambre

España lo bordó en la primera parte y se vio apurada al final ● Golazos de Silva y Costa en joyas de Iniesta e Isco ● Se salvaron los advertidos

- LUIS NIETO

España cumplió la misión y Silva e Isco supieron adornarla en este partido-postre de la temporada. Fue un dulce final que deja a la Selección frente Italia con las mejores expectativ­as. Macedonia estuvo en el partido como oyente durante muchos minutos, aplastada por el dominio del equipo de Lopetegui, aunque un gol en acción aislada en la segunda mitad le hiciera galopar, a hombros del público, en busca de un empate imposible.

Restándole el IVA que supone enfrentars­e a la selección 136 del mundo, una Macedonia perdida en el pelotón, el partido le dejó a Lopetegui buenos apuntes. El primero, que conviene alargar hasta donde sea posible la carrera de Iniesta y Silva, el casco histórico de esta Selección. El canario juega todos los números en el equipo nacional: 7, 10 y 9. Le cabe España en la mochila. Como ariete abrió la caja fuerte en Skopje, en jugada de arte mayor, con vaselina de Iniesta para Alba, centro de este y remate de Silva amagando con salir por la izquierda y rematando por la derecha. Iniesta es el albacea que respeta las últimas voluntades de Luis Aragonés y Del Bosque, coautores de la época de máximo esplendor.

También conviene subir al proyecto a Isco al que, como en el Madrid, le ha costado entrarle por el ojo al selecciona­dor, pero ahora resulta inabordabl­e. Combina el punto exacto de fantasía, esfuerzo y jerarquía. En el concurso de ideas, supera con mucho a Thiago.

Como reformator­io también hay que darle valor a la Selección. Jordi Alba se redimió en Skopje de un año con muchos valles y pocos picos con una actuación brillante, ampliando mucho el perímetro de España por la banda izquierda, la vena por la que se desangraro­n los macedonios. Todo en un tono de superiorid­ad manifiesta, con fases de posesión escandalos­as, por encima del 80 por ciento, y con una frescura impropia de estas alturas de temporada. Macedonia no irá a este Mundial, ni quizás los más inmediatos, pero donde España se dio un festín otros, Italia sin ir más lejos, pasaron un mal rato.

El partido pareció acabarse con el gol de Silva, que con España es eficiencia más excelencia. Ese cerrojo de 5+4 con el que Angelovski buscó refugio, esperando que aquello fuera la Davis, donde el factor cancha iguala a contendien­tes muy desiguales, resultó un fracaso. España, con paciencia, precisión de cirujano y un magnífico juego interior (la alineación de Isco por Vitolo explica esa acertada vocación de jugar por dentro), llegó sin camuflajes al área de Dimitrievs­ki. Isco disparó la diferencia, tras limpiarse con el regate de la cuerda a Ristevski y regalarle el gol a Diego Costa, que como casi todos los nueves menos Villa pasa mucho tiempo al margen del equipo. Antes del descanso el propio Isco pudo rematar a los macedonios: uno de sus disparos rozó el palo y otro se lo adivinó el meta del Nástic.

Macedonia amagó con una presión avanzada al comienzo de la segunda mitad y con Elmas, un juvenil con maneras. No resultó. España sofocó ese arrebato reavivando el tráfico en el centro del campo. Piqué falló un gol cantado y Ristovski culminó una galopada en la que ni Ramos ni Alba anduvieron espabilado­s marcando por la escuadra. El único disparo macedonio en el partido. Un gol poco acompañado de juego que despertó al equipo, al público y a Angelovski, que quitó uno de sus centrales para poner un punta, Trajkovski. El entusiasmo no le llevó ante De Gea y España puso a salvo los puntos y a los advertidos de suspensión. Italia, en septiembre, marcará la hora de la verdad.

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