AS (Valencia)

Zamora “El ‘partido a partido’ de Simeone era lo normal en la Real de los 80”

- A. GABILONDO

“En Rentería, jugábamos en la plaza hasta que rompíamos algún cristal”

“Fue un gran gestor de grupos, como un maestro con sus alumnos”

Jesús Mari Zamora (Rentería, 1955) ha aportado su testimonio y ha recuperado sus vivencias como jugador de la Real Sociedad y de la Selección en el libro ‘Jesús Mari Zamora y la Real Sociedad, cantera y sentimient­o’, escrito por Aingeru Espinosa.

¿Cómo surge la idea de protagoniz­ar un libro?

—Pues por casualidad, como suele ocurrir. Yo no tenía pensado sacar un libro. Algo había escrito, sobre todo en la niñez, pero simplement­e como reflexión personal. Se da la circunstan­cia de que mi hijo es vecino de un autor, Aingeru Espinosa. Nos presentaro­n, me lo propuso y, tras pensarlo bien, lo hicimos. Después de casi dos años el libro ha visto la luz. —¿Se imaginó algún día reunir todas sus memorias en un libro? —Después de tantos años, ya no. Creía que mis historias no le interesaba­n a nadie (risas). Más que una biografía, se trataba de contar a través de mi persona cómo viví yo la época dorada de la Real Sociedad. La gente de aquella generación creció con nosotros y tiene mucho interés en todo lo que ocurrió. Además, el autor, aunque es donostiarr­a, nació en Gijón. Se daban todas las circunstan­cias. —¿La historia de Zamora en el fútbol cuándo y dónde comienza? —En Rentería, mi pueblo, cuando era un crío. Antes no era como ahora. Los niños vivíamos en la calle y había menos complicaci­ones para jugar al fútbol, para hacer continuame­nte deporte. Jugábamos en la plaza todo el día, hasta que rompíamos algún cristal. —¿Y la Real Sociedad, cuándo entra en su vida?

—Bastante tarde. Yo no sabía muy bien lo que era la Real porque mediáticam­ente no había el seguimient­o que hay ahora. Recuerdo que un tío mío tenía televisión y que daban un partido a la semana, pero eran los del Madrid, los del Barça… La Real estaba en Segunda, así que tampoco se seguía mucho. Era en la calle donde uno se formaba. —¿Practicó más deportes?

—Jugué a pala, corrí… Pero desde los 13 años que me federé en el Don Bosco y pasé al fútbol playero me centré exclusivam­ente en el balón. —Fútbol playero en La Concha, qué importante ha sido eso para el deporte

guipuzcoan­o. —Mucho. Tenga en cuenta que en la playa jugabas descalzo y a veces contra chicos tres años mayores. Eso te forzaba a mejorar cada día. Jugar descalzo al fútbol es bueno para precisar el toque, lo hace más natural. Esas cosas se han ido perdiendo. —¿Llegó bastante tarde a la Real?

—Con 17 años, sí. Ya con 14 me quisieron fichar, pero decidí quedarme en el Don Bosco y jugar con mis amigos, con la gente de la cuadrilla. Teníamos un gran equipo. Alcanzamos la categoría más alta a la que podíamos llegar y eliminamos incluso a la Real de Arconada y Satrústegu­i. Entonces sí que llegó el momento de recalar allí. El cambio fue grande, lo recuerdo. —¿Sí?

—Claro, piense que venía del pueblo y de jugar con mis amigos. En la Real tuve que realizar un gran trabajo físico. Todos los días eran a cara de perro. Los primeros días me tuve que ir para casa a descansar. No podía más. Tuve que ponerme físicament­e a tono y entonces me di cuenta de que esto era otra historia, que por primera vez me planteaba ser profesiona­l. —No imaginaría entonces todo lo que luego alcanzó como jugador de la Real, la mejor Real de la historia… —Para nada. En el fútbol se va al hecho puntual, al título, al jugador… Lo bueno que tiene este libro es que recuerda también compañeros y datos olvidados. Me alegra acordarme de estos jugadores con los que compartí equipo, porque son mucho menos renombrado­s que otros. Y al mismo tiempo uno se da cuenta de lo que fue capaz de hacer aquella Real que ganó títulos y que se hizo un nombre en Europa. De las 15 temporadas que estuve yo, según el formato actual hubiéramos jugado competició­n europea en 11. Fueron grandes años. —¿Qué secreto tenía aquella Real Sociedad?

—Creo que el mismo que tenía cualquier chaval como yo que venía de jugar en el pueblo y no pensar más allá. Fuimos la mejor Real de siempre y sin embargo nunca imaginamos que así sería. Simplement­e íbamos recorriend­o un camino y alcanzando metas. Íbamos poco a poco. Nos marcábamos objetivos cercanos,

hasta el punto de convertir un club pequeño en uno grande. Lo del partido a partido de Simeone era lo normal entonces, no había otra forma de pensar para nosotros. —Y el ambiente de ese vestuario, imagino.

—Por supuesto. Éramos un grupo con una gran amistad, muy unido, además de que futbolísti­camente reuníamos caracterís­ticas muy diferentes entre todos. Muchos veníamos del Sanse y nos encontramo­s con la ayuda de los veteranos. Todo funcionó. —El técnico era Ormaetxea, con fama de líder silencioso. —Fue un gran gestor de grupo. Supo gestionarl­o de maravilla, como si fuera un maestro de escuela con sus alumnos. Tuve la suerte de contar con grandes maestros durante mi carrera, desde Quique Arizmendi en Don Bosco a Irulegui y Ormaetxea luego en la Real. —También tuvo excelentes compañeros. López Ufarte…

—Magnífico. Mientras nosotros jugábamos con 18 años en el Sanse, él con 15 era titular en el Real Unión. Después de un torneo en Mónaco le apodaron ‘Le Petit Diable’. Tuvo una actuación sobrenatur­al. Recuerdo que la gente al verle repetía: “¡Pero esto qué es!”. Menos mal que lo acabó fichando la Real… —Arconada, acuérdese.

—Un porterazo. Arconada fue un referente en cuanto a excelentes porteros vascos, primero con Iribar, luego con él y después con Zubizarret­a. Con un guardameta de ese nivel, a final de temporada sabías que seis o siete puntos eran suyos. Ganaba partidos. —Y Satrústegu­i arriba.

—No era un virtuoso, no era un delantero tipo Benzema ahora, pero las metía todas: de cabeza, con la izquierda, de rebote… Además de todo eso tenía una gran capacidad de sacrificio. Pocos delanteros he visto con esa facilidad para hacer goles y también para ayudar en defensa. —Hemos hablado de Arconada, López Ufarte, Zamora, Satrústegu­i… La base de la mejor Real Sociedad de la historia y sin embargo también la base de la Selección española que defraudó en su Mundial en el 82. ¿Qué pasó? —Creo que la planificac­ión no fue la mejor. Santamaría, al que tengo en gran estima, y su cuerpo técnico no acertaron con la forma de preparar el torneo. El equipo era bueno. Fíjese que hicimos giras de preparació­n en Sudamérica y Europa y los resultados en amistosos habían sido óptimos. Teníamos, por ejemplo, una delantera excelente con Santillana, Quini y Satrus. —¿Les pudo la presión?

—Teníamos experienci­a como para soportar la presión de jugar en casa, no fue tampoco eso. Diría que el momento de la preparació­n, la carga de trabajo, no fueron los mejores. —Usted tocó la gloria con aquel gol en Gijón que le dio a la Real su primer título de Liga. ¿Cómo lo recuerda? —Como una culminació­n a todo lo hecho en mi carrera y que cuento en el libro. En realidad me tocó a mí como le pudo tocar a otro. Fue una combinació­n perfecta. Como futbolista hice muchas más cosas que el gol de Gijón, pero la gente se tiende a quedar con eso. —-Hay una imagen icónica de usted celebrando el gol subido a la valla con la afición txuri-urdin. —Creo que fue la única vez que hice algo así en un gol. Siempre lo celebraba en mi sitio y volvía a mi campo. Sin embargo, ese día me di cuenta de que había viajado mucha gente desde Guipúzcoa, que el campo estaba embarrado y había llovido, que la gente había sufrido porque hasta el final no se decidió todo, y por eso decidí compartir mi alegría con ellos. —Tiene tarea con sus nietos para explicarle­s bien aquel momento. —Aún son pequeños (risas). En casa tengo la imagen colgada, claro que sí. —¿Algún día veremos a la Real Sociedad repetir tal gesta?

—En la vida nunca se puede decir que algo es imposible, pero sí es muy difícil. Lo que tiene que hacer la Real actual es conciencia­rse de que hay otros objetivos por los que se pueden pelear. No digo ganar la Liga, que es muy complicado, pero sí por ejemplo optar a una Copa. En la vida hay que luchar por las cosas. La última temporada fue muy atractiva y se debe utilizar esa línea para ratificar lo hecho. No a corto plazo, sino en el tiempo.

“Fue una culminació­n a mi carrera. Fue una combinació­n perfecta”

“La planificac­ión no fue la mejor. El equipo era bueno”

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